Este blog es un esfuerzo por contribuir en la difusión de información, artículos de opinión y demás géneros periodísticos que muchas veces no se muestran en los medios de comunicación oficiales. El nombre La Acción Escrita es tomado de un libro de Genaro Carnero checa acerca del periodsimo de José Carlos Mariátegui.

lunes, 30 de mayo de 2011

Politólogos contra K. Fujimori

lunes 30 de mayo de 2011

A la opinión pública

El Perú se prepara para una elección el próximo 5 de junio donde ninguno de los dos candidatos presidenciales exhibe las credenciales democráticas que desearíamos. Sin embargo, ante el dilema existente es ineludible optar, y los politólogos abajo firmantes creemos que la llegada de Keiko Fujimori al poder sería el peor resultado para el país.

Como politólogos valoramos especialmente el régimen democrático, pues permite el pluralismo y el debate abierto, protege las libertades fundamentales y los derechos humanos, restringe las oportunidades para la corrupción y favorece el logro de acuerdos que generan desarrollo y políticas públicas a favor de la población más vulnerable. Debido a estas consideraciones de principio vemos con suma preocupación la elección de la señora Fujimori como Presidenta de la República, pues constituiría la reivindicación del gobierno de su padre que, precisamente, liquidó la democracia en el Perú e impuso un régimen autoritario que cometió crímenes de lesa humanidad como política organizada desde la cúspide del poder, y que hizo de la exclusión, el clientelismo, el abuso y la corrupción sus mecanismos principales de gobierno.

El fujimorismo actual, lamentablemente, no ha deslindado con las prácticas que deploramos del gobierno de Alberto Fujimori. En las últimas semanas hemos visto que sus voceros han elogiado, justificado o minimizado esas prácticas, lo que nos hace imposible creer que la señora Fujimori represente una opción diferente y democrática. Por tanto, y porque creemos que la defensa de los valores democráticos es parte fundamental de nuestro compromiso con el Perú, nos pronunciamos en contra de la candidatura de Keiko Fujimori.

Finalmente, independientemente de quién gane las elecciones presidenciales, consideramos que habrá que mantenerse alerta ante cualquier intento de pasar por encima del Estado de derecho y de las instituciones democráticas.


Rolando Ames, Pontificia Universidad Católica del Perú
Julio Cotler, Instituto de Estudios Peruanos
Henry Pease, Pontificia Universidad Católica del Perú
Francisco Miró Quesada Rada, Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Martín Tanaka, Pontificia Universidad Católica del Perú

Carlos Alza, Pontificia Universidad Católica del Perú
Rosa Alayza, Pontificia Universidad Católica del Perú
Mariana Alvarado, Pontificia Universidad Católica del Perú
Jorge Aragón, Pontificia Universidad Católica del Perú
Omar Awapara, Pontificia Universidad Católica del Perú
Rodrigo Barrenechea, Instituto de Estudios Peruanos
Fabiola Bazo,
Jo-Marie Burt, George Mason University
Maxwell Cameron, University of British Columbia
Julio F. Carrión, University of Delaware
Catherine Conaghan, Queen’s University
John Crabtree, Oxford University
Eduardo Dargent, Pontificia Universidad Católica del Perú
Henry Dietz, University of Texas at Austin
Joanna Drzewieniecki,
Graciela Ducantenzeiler, Université de Montréal
Romeo Grompone, Instituto de Estudios Peruanos
Carlos Indacochea, The George Washington University
Farid Kahatt, Pontificia Universidad Católica del Perú
Charles Kenney, University of Oklahoma
Denise Ledgard, Pontificia Universidad Católica del Perú
Steven Levitsky, Harvard University
Cynthia McClintock, The George Washington University
Andrés Mejía Acosta, University of Sussex
Carlos Meléndez, University of Notre Dame
Cynthia Milton, Université de Montréal
Paula Muñoz, University of Texas at Austin
Philip Oxhorn, Mc Gill University
Simón Pachano, FLACSO (Quito)
Luis Pásara, Universidad de Salamanca
Kenneth Roberts, Cornell University
María Ana Rodríguez, Pontificia Universidad Católica del Perú
Eduardo Romero, Nonprofit Roundtable of Greater Washington
Cynthia Sanborn, Universidad del Pacífico
Mariela Szwarcberg, University of Chicago
Carlos Torres Vitolas, London School of Economics
Jorge Valladares, University of Essex
Sofia Vera, Instituto de Estudios Peruanos
Alberto Vergara, Université de Montréal

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viernes, 20 de mayo de 2011

AQUÍ NOS DECLARAMOS REBELDES

Por: Henry Córdova Bran
La historia de la evolución de las sociedades está marcada por la evolución de las ideas y por los sucesos históricos, que por lo general promueven cambios. La rebeldía ha sido el espíritu que ha promovido históricamente estos sucesos. En un momento como en el que vivimos en el Perú, es necesario promover la rebeldía de la moral frente a la amenaza de la indecencia.
Ser rebelde en el Perú es una hazaña. Rebeldes fueron los líderes indígenas frente a la colonia española y su sistema feudo-aristocrático y fueron ejecutados de la manera más cruel y vil que la historia haya registrado; rebeldes fueron las comunidades campesinas que una vez instaurada la República defendieron su tierra porque les pertenecía históricamente y fueron despojados y asesinados por compañías mineras apoyadas por diferentes gobiernos durante el siglo XX, la literatura indigenista lo ha registrado ampliamente. Rebeldes fueron los líderes sindicales y estudiantiles que decidieron no bajar la cabeza durante la dictadura fujimorista y fueron torturados y asesinados de la manera más perversa que un régimen puede torturar y asesinar.
Pero rebeldes fueron también los estudiantes de la primera reforma universitaria y consiguieron que la universidad dejara de ser un círculo elitista y europeizado para mirar hacia la América y su reto hacia el futuro; rebeldes fueron los trabajadores que reaccionaron frente a la explotación y conquistaron algunos de los derechos laborales que ahora debemos defender; rebeldes fueron las mujeres que se rehusaron a seguir mirando la vida social y política del país desde las cocinas, e irrumpieron en las universidades y luego en las organizaciones sociales y luego en la vida política del país, para votar primero y para ser elegidas después; rebeldes fueron los inmigrantes que llegaron a Lima expulsados por la pobreza y el despojo para conquistar una ciudad que, pese a que resiste a abandonar cierta mentalidad centralista y colonial, sucumbió a la emergente tradición de la provincia; y rebeldes fueron los jóvenes que cansados de una dictadura impresentable como la del fujimorismo marcharon heroicos y valientes hacia Lima en julio del 2000 para demostrar en la marcha de los 4 suyos que la dignidad puede más que un gobierno asesino y es más fuerte que la bota del militar que abandonó el honor por la canallada.
La moral y la justicia nos exigen ser rebeldes, porque el que no es rebelde no puede reaccionar frente a la indecencia o actuar frente al atropello. Y este Perú de hoy nos convoca a actos rebeldes y no hay acto más rebelde que defender la dignidad; y la rebeldía más sublime es la palabra escrita en los libros o en la prensa y oral en las plazas y en las universidades. Nadie podrá decir que un acto rebelde es un acto violento o subversivo, la rebeldía es creadora, una bella condición del espíritu que nos hace crecer como sociedad.
LA REBELDÍA DE LA MORAL
Pocos momentos en la historia del Perú nos han exigido mayores actos de rebeldía como el actual. Vivimos un momento en el que hay que elegir entre un posible gobierno que haga regresar a la conducción del estado a una banda de mafiosos y no a un partido político. O apostamos por un gobierno que busca una mejor distribución de la riqueza y que puede generar espacios de mejor gobernabilidad para el país, que no es solo un partido político porque es una alianza de sectores políticos progresistas, intelectuales, profesionales, artistas y personalidades destacadas del país. Y aquí no debemos temer al cambio que esto signifique, pero si debemos temer a un régimen que ha demostrado que asesina cuando alguien le incomoda, que tortura cuando alguien no se queda callado ante la injusticia y que roba el dinero público que tanto nos cuesta a los peruanos y peruanas.
Porque hay momentos en la historia que nos exigen decir las cosas claras. Y el fujimorismo que ahora pretende volver a gobernar el país fue y es una representación de todo lo inmoral, indecente y mafioso que el Perú haya vivido en toda su historia republicana.
Si los jóvenes fueron en el 2000 esa fuerza nueva y rebelde que fue capaz de denunciar de manera heroica la dictadura que pretendía perpetuarse 5 años más, deben ser los jóvenes ahora quienes, en un acto de rebeldía y decencia, detengan la posibilidad de que ese gobierno vulva a dirigir este país.
Esta rebeldía nuestra necesita de la memoria colectiva. Nuestros jóvenes necesitan saber cómo fue el fujimorismo durante esos 10 años oscuros, necesitan saber que allí se capturaba, se torturaba, se asesinaba, se hacía de la corrupción una práctica cotidiana y se sometía a la población con medios de comunicación embrutecedores, donde la dignidad era expulsada de los sets de televisión y de los titulares periodísticos. Todo eso era el fujimorismo, todo eso es la señora Fujimori y su entorno que acompañó a su padre y que acompaña ahora a la hija. Allí están Martha Chávez, Jaime Yoshiyama, Rafael Rey y el cardenal Cipriani, quienes nunca denunciaron durante esos 10 años al régimen, por el contrario lo aprobaron y aplaudieron.
Y son esos señores quienes pretenden gobernar nuevamente. Y parece ser que bajo el amparo de los grandes grupos económicos y medios de comunicación pretender borrar la memoria colectiva y buscan que los más jóvenes no conozcan la verdadera historia de esa década atroz.
Por eso convocamos a este acto rebelde de la moral para no convertimos en el único país que premia una dictadura con una elección presidencial 10 años después de haber sido derrocada. Y a este acto de rebeldía de la moral se están sumando nacionalistas, socialistas, liberales y demás sectores ciudadanos y políticos, que condenan lo que el reconocido sociólogo Julio Cotler ha llamado “la vuelta de un gobierno fascista que reivindica lo más perverso de nuestra historia política”. Esta rebeldía generalizada que ha unido lo que parecía impensable: sectores de izquierda y de derecha respaldando la candidatura de Ollanta Humala, tiene su explicación; y es que se puede discutir sobre modelos de desarrollo de izquierda o de derecha, pero no se le puede dar ni un milímetro de concesión a una dictadura de tipo fascista como lo fue y lo sería un gobierno fujimorista.
La rebeldía es pues una urgencia en este momento, rebeldía para rescatar la memoria colectiva, rebeldía para levantar la dignidad en un país que parece venderla a cambio de monedas de plata o de oro, rebeldía para decirle NUNCA MÁS a un gobierno asesino y corrupto, rebeldía en fin para mostrar que la juventud es una realidad y una promesa además de un soporte moral del Perú.
Aquí nos declaramos rebeldes, jóvenes y rebeldes, alegres y rebeldes, demócratas y rebeldes, creadores y rebeldes; porque en un país que se niega a ver que el crecimiento no es desarrollo mientras el Estado siga siendo excluyente y no universalice los derechos, la rebeldía seguirá siendo el espíritu que nos alienta a decir nuestra palabra y nos fortalece para no bajar la cabeza frente a lo que podría ser la vuelta de un gobierno mafioso y asesino.

martes, 10 de mayo de 2011

Keiko, la moral y las menestras


(Tomado de "El Correo de Salem", blog del escritor Eduardo Gonzáles Viaña)

¿Cuánto vale la vida de un hombre que ha nacido pobre en el Perú?

Sus esperanzas, ¿cuánto valen? ¿Y sus sueños, sus ansias de cambio, su capacidad de elegir un destino? ¿Cuánto vale el voto de un peruano pobre?…

Según el comité de señoras partidarias de Keiko Fujimori, todo eso se puede comprar con dos latas de leche, dos latas de atún, una bolsa de azúcar, una bolsa de arroz, una bolsa de avena y un paquete de menestras.

No voy a decir su nombre para no darle el gusto. La llamaré solamente Cuca Pituca. Pertenece a ese comité, y a través de su cuenta en Facebook, está pidiendo que sus amistades compren esos comestibles o dejen 30 soles en la casa de Paulita Pituquita situada en la calle Los Cipreses de San Isidro.

“Por favor chicas, ayúdenme a través de sus amigas también, formen su red de contactos y hágannos llegar las cosas. Hay que ganarnos el voto de los cholos para derrotar a Ollanta como sea. Qué pena que los cholos también tenga un voto. Lo deben haber inventado los comunistas, pero si no podemos impedirles el voto, hay que comprárselo… Nuestro objetivo es hacer 1,000 canastas para el día lunes. ¡Cuento con ustedes!!!”

Es lo que escribe Cuca, y hay centenares de Cuquitas. Ese es su pobre concepto de la dignidad humana. Para ellas, todo se compra, incluso el alma. Las personas que llaman “cholos” no alcanzan el nivel de gente. No deberían hacer decisiones. No tienen derecho alguno. Tienen un precio expresado en latas de leche y en menestras.

A esas personas- a los “cholos”, según Cuca- hay que humillarlas. Con la misma voz con que infama a su prójimo y expresa su falta de amor, y con la misma mano con que ejecuta esa caridad perversa, irá el domingo a rezar en la iglesia, se persignará y se dará golpes de pecho.
“Hay dos cosas infinitas-decía Albert Einstein- Son ellas: el universo y la perversidad humana… Y del universo no estoy seguro”

De lo que decía el gran sabio, nos da suficientes ejemplos la presente campaña electoral de Fujimori.

Un periodista amorfo aparece en la televisión para dar inicio a la operación “Sábana”. No tiene vergüenza en colmar de alabanzas y panegíricos a la mujer que antes llamaba “representante de los criminales”. Mientras mira a la cámara, se lleva la mano al bolsillo del saco para ver si todavía está allí el cheque que le dieron esa tarde o acaso las treinta monedas que provienen de la bolsa de los mineros.

Con él se ha reclutado a casi todos los medios de comunicación escritos, televisivos y radiales e incluso a soplones profesionales que están encargados de espiar, seguir, filmar, acechar, aguaitar y fisgar a Ollanta Humala y a su esposa.

La mentira, la coacción, el chantaje, el abuso y la prepotencia tiñen toda la propaganda de Fujimori. La ética no tiene lugar allí. ¡Ay del Perú si Fujimori y Montesinos volvieran al poder! Cuando la moral desaparece de una nación, toda la estructura social va hacia la hecatombe.

Votar en estas condiciones es comparable con votar en un país ocupado. De ello hay un triste precedente, y es el cautiverio de Tacna y Arica. Durante casi cincuenta años, ambas provincias vivieron sujetas al dominio del invasor. De acuerdo con el Tratado de Ancón, un plebiscito debía definir su destino. Ese fue su drama.

Para impedir que nuestros compatriotas votaran por continuar siendo peruanos, se ensayaron todas las presiones. Se hizo correr primero el fantasma del miedo. Se les dijo que si triunfaba la opción peruana, perderían sus trabajos, sus casas y sus ahorros. Se hostigó y expulsó a maestros, sacerdotes y periodistas. Se contrató a propagandistas y bufones para que calumniaran y ridiculizaran a los héroes peruanos. Se pintó marcas infamantes sobre las casas de quienes persistieran en mantener su nacionalidad de origen… Pero allá en el secreto del hogar, las madres enseñaron a sus hijos a cantar el himno. Los maestros clandestinos les contaron nuestra historia.

Y tal como ocurrió ayer, ocurrirá en junio. Los tacneños continuaron siendo peruanos y, para nuestro orgullo, siguen siéndolo. También en esta época el presidente chileno nos ha amenazado si votamos por Ollanta. Pero los peruanos somos más fuertes que su intromisión, que la bolsa de oro de los mineros y que las latas de leche de la Cuca Pituca. Contra la infamia, la amenaza, el dinero y la perversión, la moral está de nuestra parte. Triunfará Ollanta.

* visite el blog del escritor en  www.elcorreodesalem.com 

Un llamado a la razón

(Tomado de Diario La Primera) 
En una “Carta de profesionales, escritores, artistas peruanos residentes en el extranjero”, difundida a través de correos electrónicos, intelectuales peruanos se mostraron a favor de la candidatura de Ollanta Humala.
La misiva, bajo el título “Votaremos por Ollanta Humala”, hace un llamado a no volver al pasado de crímenes contra los derechos humanos en las próximas elecciones: “Por un lado se presenta la señora Keiko Fujimori, con el respaldo de una organización partidaria que, en nuestra opinión, es heredera política directa de una organización criminal que saqueó al país y violentó nuestras libertades durante una década… En contraste, la propuesta de Gana Perú, encabezada por Ollanta Humala, encarna sobre todo una esperanza”. Los intelectuales también reclaman a Humala “disipar las dudas y los miedos que contra su candidatura azuzan la extrema derecha y la mafia fujimontesinista”. Los que suscriben, encabezados por el escritor y catedrático Eduardo González Viaña, son Isaac Goldemberg, escritor y catedrático; José Antonio Mazzotti, escritor y catedrático; Luis Dapelo, catedrático; Oswaldo de Rivero, escritor y diplomático; José Manuel Gutiérrez Sousa, escritor; Elqui Burgos, poeta; Antonio Fernández Arce, periodista y escritor; Julio Alarcón Carrera, médico; Rodolfo Pereira, comunicador social; Carlos E. Bernales, periodista y caricaturista; Alejandro Sánchez-Aizcorbe, escritor; Marcela Valencia Tsuchiya, profesora; Roger Santiváñez, poeta; Jaime Vásquez Quiroz, pintor, entre otros.

Esta carta es un apoyo más de los intelectuales peruanos a la política, donde prima el respeto a los derechos humanos.

domingo, 8 de mayo de 2011

¿Qué está pasando en el Perú? ¿LIBERTAD DE EXPRESIÓN O EXPRESIÓN DE INTERESES?

Por: Henry Córdova Bran
Escribo este artículo el 3 de mayo, día internacional de la Libertad de Prensa. Mientras empiezo, recuerdo que el maestro Javier Darío Restrepo, afirmaba que si bien es cierto los medios de comunicación son empresas privadas, “no son como una tienda de zapatos, son empresas privadas pero en función de lo público” vale decir que se deben al público que los consume. Sin embargo, pareciera que en el Perú importa más lo primero que lo segundo.
Luís Miró Quezada de la Guerra, en una entrevista que César Hildebrandt le hace al entonces director del diario El Comercio y que se publicó en Caretas en febrero de 1977, daba la siguiente expresión: “Yo he escrito muchas editoriales en mi vida y todavía estoy en capacidad de seguir; ahora seguramente he caído en algún error, en algunos errores, pero lo que puedo decirle a usted (refiriéndose a Juan Velazco Alvarado sobre lo que le dijo en una conversación) es que nunca he escrito un editorial en contra de mi conciencia. Yo creo que es lo único que debe pedírsele a un periodista: que no escriba nunca en contra de su conciencia, que sea fiel a sus sentimientos, a su deber”.
De aquellas palabras han pasado 34 años. Tres décadas marcadas por situaciones políticas de diferentes matices: el fin del gobierno militar y la vuelta a la democracia de los años 80, la dictadura cívico-militar del fujimorismo en los 90 –después del autogolpe del 92-, y nuevamente el retorno a la democracia del 2000 hasta nuestros días. En todos estos años se constata algo que es lógico pero que invita a plantearnos algunas preguntas, y que queda resumido a una frase que el extinto periodista Argentino y director en vida de del diario Crítica, Jorge Lanata, decía: “Los gobernantes pasan, nosotros –la prensa- quedamos”.
Y la existencia de la Prensa es necesaria en una sociedad porque la prensa informa y la información es el pilar básico de toda democracia. Pero ¿qué diría después de 34 años el señor Luís Miró Quezada si viera en lo que se ha convertido el Diario El Comercio y todo el grupo económico-periodístico al que pertenece?
EXPRESIÓN DE INTERESES   
Decimos esto porque, como dijimos en un anterior artículo, el papel que viene jugando la prensa peruana, y para ser más exactos los medios de comunicación, en la presente campaña electoral es lamentable e irresponsable. Los medios venden un producto, es cierto, pero no es cualquier producto, venden información que el gran público consume, y a partir de esa información se forma juicios y opiniones sobre la vida misma del país.
Pero pareciera, cuando uno se sienta a mirar la televisión o lee los diarios más difundidos a nivel nacional, que estamos en medio de una especie de conspiración concertada y planeada para inclinar las decisiones del electorado peruano hacia un lado de la balanza: La candidatura de la señora Keiko Fujimori.
Está claro que las baterías están enfiladas hacia el candidato de Gana Perú, que ganó la primera vuelta y que continúa, según las primeras encuestas, teniendo la primera opción de ser el nuevo presidente del Perú. ¿Pero es que acaso cae tan mal Ollanta Humala y tan bien Keiko Fujimori? Evidentemente que no es este el razonamiento. Para la gran Prensa y más aún para los grandes grupos económicos que están presentes en el Perú, sean estos nacionales o no, no se trata de simpatías. Se trata de intereses.
Sólo a partir de aquí se puede entender porqué cuando uno se acerca a un puesto de periódicos puede llegar a ver un promedio de ocho titulares que atacan al candidato Humala y dos que parecen apostar más bien por la no elección de la señora Fujimori. El desbalance es absoluto, y ni qué decir de la televisión, allí el monopolio parece favorecer absolutamente al fujimorismo. Pero el tema se vuelve mucho más tenebroso cuando salen denuncias como que dos periodistas son despedidos de Canal N, que es parte del Grupo El Comercio, por no aceptar órdenes de atacar literalmente la candidatura de Humala para favorecer a Fujimori, entonces uno se enfrenta a un ambiente maloliente de manipulación de la información.
Se trata de intereses decíamos porque pareciera que el filósofo norteamericano John Dewey tenía mucha razón al afirmar que “La política es la sombra que los grandes negocios arrojan sobre las masas”. Y la historia latinoamericana, incluida principalmente la historia peruana por supuesto, parece demostrarnos que los grupos de poder económico no se hacen mayores problemas entre subsistir en un régimen autoritario o democrático, lo importante es que el régimen, vale decir el gobierno, no ponga en riesgo sus intereses. Lo demostró el diario Clarín en Argentina que apañó la dictadura de Videla y lo ha demostrado con creces la gran prensa peruana durante la nefasta década fujimorista de la dictadura de los 90.  
INTERROGANTES INCÓMODAS
La ola de críticas y de la campaña del miedo que parece dominar el ambiente político de estos meses tiene su explicación justamente en que la derecha peruana y las transnacionales temen que en un posible gobierno de Humala las grandes ganancias económicas que han mantenido hasta el momento se vean reducidas, lo que no pasaría en un posible gobierno de Fujimori. Para detener eso imponen desde los medios una desmedida avalancha de información para que tengamos terror de un candidato y elijamos a otro. Esto, por cierto es más que sospechoso y mafioso.
¿Porqué los despidos de dos periodistas, por no acatar órdenes que contradicen eso que Luís Miró Quezada llamaba fidelidad a la conciencia del periodista, no nos resultan indignantes en una sociedad que se dice democrática? ¿porqué extrañamente luego de despedir a estos periodistas, América Televisión, en el que también tiene acciones el Grupo EL Comercio, lanza al aire el programa de Jaime Bayli que utilizó toda la hora para atacar a un solo candidato de manera visceral, como si esa fuera la única cláusula de su contrato? ¿Por qué el periodista más respetado del Perú y con mayor credibilidad, es decir César Hildebrandt, parece estar desterrado de los grandes medios, aún cuando hay una creciente ola ciudadana que pide su presencia en la televisión como un acto de decencia y pluralismo democrático? ¿Por qué le tenemos tanto miedo al cambio, en un país donde las mayorías han gritado desde la marcha de los 4 suyos que lo que buscan es precisamente un cambio por un país más inclusivo, más equitativo y justo?
Acaso los grandes medios de comunicación, que son cada vez más parecidos a una empresa de zapatos que a una empresa periodística que produce información para el público, sigan amparándose en la legítima Libertad de Expresión para hacer expresión de sus intereses. Aunque felizmente pareciera ser que cada vez más peruanos y peruanas nos damos cuenta y pedimos una contienda electoral más justa, más democrática, dónde las ideas y los programas importen más que el fango, la mentira y el miedo.  

miércoles, 4 de mayo de 2011

"La Vieja Indecencia"

Por César Hildebrandt (tomado del semanaraio Hildebrandt en sus Trece)

El único mérito que puedo concederme en esta vida moteada de algunos éxitos y muchos fracasos, en esta carrera ingrata que me eligió, en este oficio artesanal de tratar de encontrar la verdad que a pocos importa y las mentiras que ya no escandalizan, el único mérito que me concedo, digo, es no haber cedido a la tentación del medio: resígnate, así es el Perú, tolera lo que todos, créeles a los idiotas de la derecha, a los que hacen negocios turbios y a la vez editorializan en relación con “los valores de la democracia” (cuando la verdad es que se zurran en ella y en lo que significa).

Naces en este país hermoso y complicado y la primera sugerencia que te asalta es la del estoicismo: quédate quieto, tranquilo hermano, así es esta vaina, esto no lo arregla ni el sillau. Y se te puede pasar la vida haciéndote el de la vista gorda, haciéndote el loco y asistiendo con cara de palo a las grandes mecidas.
–Nada puedes hacer, esas son las reglas– susurra el aire tóxico de Lima.

–Esto no lo ha cambiado nadie– remacha una sombra, la sombra de lo que pudiste ser.

Me van a perdonar pero yo jamás creí en eso. Jamás hice el muertito en el mar de los sargazos de las voluntades, quebradas o roídas. ¿Por qué? Porque siempre creí que en el país de las cabezas gachas había que mirar lo más lejos que se pudiera. Porque viendo a las hormigas a uno le dan ganas de volar. Porque hay belleza en la rebeldía y una flácida fealdad en el conformismo.

Porque, en fin, siendo un viejo creyente del agnosticismo siempre he pensado que Jesucristo fue un hombre revoltoso asesinado por el orden imperante. Y que sin la rebeldía de Cáceres habríamos detenido nuestra historia en el mísero Iglesias. Y que sin la rebeldía de De Gaulle los franceses habrían tenido que arrastrarse junto a Petain, ese gran derechista pro nazi.

Mi generación ha fracasado. Pudimos tener a un refundador del país y construimos a García. Pudimos tener a un inconforme consagrado por las multitudes, a alguien que estuviese más impulsado por el amor que por el odio, pero nos detuvimos en Robespierre y en sus encarnaciones criollas.

Pudimos tener un país y lo que permitimos fue un mall. Ahora la pelota está en el tejado de los jóvenes. De ellos dependerá que este país cambie de verdad.

Hace como mil años que vivimos hablando en voz baja, consintiendo.

Hablamos bajito cuando los incas podían desollarte. Y más bajito cuando los españoles te podían trocear. Y todavía con murmullos cuando fuimos libres de boca para afuera pero súbditos de los sucesivos caudillos que creían que el Estado era un bien raíz y una chacra para los amigotes. Así fuimos haciendo esta gran Aracataca. Macondo hicimos.

Pensar era –y es– una anomalía. Disentir, una provocación. Rebelarse, una extensión de la locura. En un país dominado por la injusticia hablar de la injusticia te podía costar El Frontón. Y luchar contra ella, la vida.
Frente a un Túpac Amaru hubo cien Piérolas creando sus propios califatos. Porque el miedo a la libertad no es solo el título de un libro de Fromm. Es la consigna que la derecha le ha impuesto al Perú. Está en su escudo desarmado y en sus genes vendedores mayoristas de su propio país.

Todos roban –te dicen–. Y eso es casi una invitación a robar. Porque si todos roban, ya nadie roba.

–Aquí no hay castigos ni recompensas, todo se olvida– te muelen repitiéndolo. Y eso es otra incitación a la impunidad.

Lo criollo es también esta salsa espesa de quietud egoísta. Las verdaderas tradiciones peruanas no son las de Ricardo Palma: son decir sí y estar en la foto.

¿Exigir cambios? Eso es –dicen los que cortan el jamón y los idiotas de sus services– de chavistas, rojos, perfeccionistas, amargados y renegones. En el Perú la ira de los pobres se combate con misas o balazos y hay un estoico agazapado en cada futuro, detrás de la maleza de los días. Y cuando estemos lo suficientemente ablandados, vendrá el tiro de gracia. Y cuando venga el tiro de gracia, cuando ya no pienses sino en ti mismo y bailes solo en la loseta ínfima que te asignaron, ese será el día final de tu hechura: serás uno de ellos. Hablarás como ellos, maldecirás como ellos, venderás como ellos. Y, sobre todo, harás lo que ellos: negar al otro y sólo reconocerte entre los tuyos.

Que los jóvenes aprendan la lección. Nada cambiará si no matamos la resignación.

Porque la democracia no consiste en votar de vez en cuando. Consiste en ejercer la libertad a cada rato.
Los esclavos no aman la libertad –esa es una mentira altruista–. Solo los libres pueden amar la libertad y defenderla.

La mansedumbre no es madurez sino derrota. El aguante es la amnistía crónica. La docilidad es lo que se les exigía a los negros carabalíes embarcados a la fuerza en el puerto de Macao. La libertad no mata. La paciencia es una mentira teologal que contradice a Cristo y que Cipriani aplica en cada hostia. Cristo fue impaciente. La vida es una ráfaga impaciente.

Los peruanos no nacimos un día en el que Dios estuvo enfermo, como decía Vallejo de sí mismo. Naceremos el día en que sepamos apreciar el vértigo creador de la palabra desacato. El desacato no es el caos. Caos es lo que vendrá cuando las presiones sociales, contenidas por el plomo y la mentira, revienten otra vez.

Y ahora sería un magnífico desacato, un descomunal acto de rebelión democrática no dejarse engatusar por quienes quieren, en el colmo de la indignidad, que premiemos a la hija de un ladrón y asesino –ladrona ella misma al gozar del dinero robado– con la presidencia de la República.

Y todo por cerrarle el camino a un señor que quiere cambiar algunas cosas. Solo algunas cosas. Un señor al que la experiencia ha moderado y que se ha comprometido a no hacer experimentos anacrónicos. Pero que sí quiere que las mineras paguen lo que deben, que los impuestos sean más directos, que los viejos estén menos desamparados, que haya menos hambre y que la pobreza rural se atenúe todo lo que se pueda sin desbaratar la economía. Y que quiere también que el gas peruano abastezca primero a los peruanos y que los grandes proyectos de exploración y explotación de la minería y del petróleo se concilien con los intereses nativos y las normas ambientales que no se están cumpliendo.

La derecha quiere volver a demostrarnos que siempre gana. Presentó cuatro candidatos –cuatro variaciones de la misma melodía: Castañeda, Toledo, PPK y K. Fujimori– y los cuatro perdieron. Ganó un hombre gris que propuso algunos cambios. Y lo peor: sale la primera encuesta pos primera vuelta y el hombre sin demasiados atributos ¡sigue ganando! Y sigue ganando porque Lima, este espanto, no es el Perú. Porque el gobierno de Las Casuarinas está en crisis. Porque el modelo García, una combinación de Caco con Friedman, drena sanguaza.

Entonces, la derecha propone liquidar, de una vez y para siempre, esta pesadilla que aturde al dólar, baja las acciones, hace chorrear el rímel. Para eso están su tele, su radio, sus periódicos. Y se deciden por lo previsible: la campaña del terror.

Solo el terror podrá salvarlos. Porque saben que su prontuariada candidata es impresentable aun para 75 por ciento de peruanos.

Lo único que cabe, entonces, es bombardear al incómodo reformista con todos los B-52 de la calumnia, el rumor, la mugre, la idiotez que los cándidos pueden propagar. El propósito es el homicidio político del hombre que propone algunos cambios. Y los muertos no pueden ganar elecciones.

Hablan de intromisión extranjera los que quisieran anexarse a los Estados Unidos o al Chile potente que sus tatarabuelos dejaron entrar con su cobardía y su desunión. Denuncian que la libertad de prensa peligra quienes despiden a periodistas que se niegan a sumarse al lodo de la campaña contra Humala. Y advierten que el empleo está amenazado quienes han creado la mayor cantidad imaginable de empleos basura y services explotadoras.

Y a todo esto le llaman “elecciones democráticas”. A ensuciar la inmundicia le llaman “debate”. Y no tienen problema alguno bancando a una candidata indecente. Ellos representan la vieja indecencia de las encomiendas, las ladronas leyes de consolidación, el festín del guano. La señora K. Fujimori les cae como anillo al dedo.