Este blog es un esfuerzo por contribuir en la difusión de información, artículos de opinión y demás géneros periodísticos que muchas veces no se muestran en los medios de comunicación oficiales. El nombre La Acción Escrita es tomado de un libro de Genaro Carnero checa acerca del periodsimo de José Carlos Mariátegui.

jueves, 28 de diciembre de 2017

El camino urgente de una nueva República PPK Y EL PUNTO DE NO RETORNO

Por Henry Córdova Bran

Pedro Pablo Kuczynski se salvó de la vacancia el 21 de diciembre y tres días después indultó al ex dictador Alberto Fujimori desatando una nueva fase de una crisis política que hemos dicho que no es de ahora y que parece llevar a su pico a la verdadera crisis: el sostenimiento de una República empresarial antidemocrática a la que debemos poner punto final. 

Pedro Pablo Kuczynski no ha liberado a un reo, culpable de delitos de lesa humanidad, culpable de delitos de corrupción (a casi dos mil millones de dólares anuales calcula Alfonso Quiroz el costo de la corrupción durante la dictadura) culpable de desviar fondos de las Fuerzas Armadas para comprar editoriales de diarios, culpable de secuestros y de darle ilegalmente 15 mil millones de dólares a Vladimiro Montesinos. No, Kuczynski no ha liberado a un reo, él mismo se ha convertido en un reo de su propia conciencia.

Y es que para salvar la vacancia el presidente decidió pactar el indulto del Ex dictador Alberto Fujimori, el cual, como ha trascendido en los últimos días, se aprobó en un proceso rápido e irregular. Con este acto Kuczynski ha derechizado aún más su gobierno, sobre todo luego que varios de sus colaboradores en el ejecutivo, en el legislativo e incluso en los medios de prensa estatales renunciaran.

Lo que Kuczynski ha hecho es terminar de mostrar su filiación hacia el fujimorismo, reduciendo los crímenes de Fujimori a “excesos” y “errores graves”, para pedir una reconciliación nacional en base a un discutido indulto humanitario. Pero además Kuczynski abre un nuevo episodio de la crisis política del país.

El botón rojo que presionó el presidente

El gobierno de Pedro Pablo Kuczynski ha sido una constante crisis política producto de una sensación de desgobierno o de gobierno paralelo que enfrentaba al Ejecutivo con el Legislativo controlado por la bancada de Fuerza Popular manejada por Keiko Fujimori. No los enfrentaba dos posiciones ideológicas sobre como debería conducirse el país en materia económica, social, política o simpatías en materia de política internacional; en todo ello fujimoristas y el presidente tienen coincidencias casi absolutas. Los enfrentaban revanchas electorales, ambiciones de poder absoluto, mezquindades propias del parlamento que tenemos. Y en ese enfrentamiento el presidente se mostró endeble, claudicó a su investidura para gobernar y le cedió a Fuerza Popular las victorias celebradas por el grupo Mototaxi, el grupo cerrado del entorno más cercano de Keiko Fujimori, a quien, como hizo notar un audio trascendido de una de sus parlamentarias, poco le importaban los proyectos que beneficiaban a miles de peruanos durante este gobierno, cuando la consigna era promover una continua desestabilización.

En medio de esas puyas rondó siempre el asunto del indulto. El presidente sabía que ese asunto era una carta que podía usar en el momento más necesario. El asunto del indulto y la liberación del Ex dictador se convirtió también en un tema que partía las prioridades al interior de la misma bancada de Fuerza Popular. La figura de Kenji Fujimori creció en torno a este asunto. Se empezó a decir que con Kenji había otro fujimorismo, pero ¿en qué son distintos Keiko y Kenji? Ambos apoyaron y respaldaron el gobierno dictatorial de su padre, ambos tienen serios cuestionamientos de corrupción y vínculos con negocios fuera de la ley, ambos ven la política como la aprendieron del gobierno de su padre. La diferencia entre ambos es el oportunismo de un Alberto Fujimori en libertad, más deseable para Kenji que para Keiko.

El momento de activar este asunto llegó en la coyuntura del pedido de vacancia presidencial del pasado 21 de diciembre. Kenji consiguió salvar al presidente convenciendo a parlamentarios de Fuerza Popular de abstenerse y evitar la vacancia. Kuczynski sabía que una decisión como esta polarizaría el país entre los millones de peruanos y peruanas que respaldan al ex dictador y los millones que han demostrado que el antifujimorismo es una fuerza ciudadana con capacidad de movilización que fue determinante en las dos últimas elecciones. El presidente ha apelado a una reconciliación nacional, pero lo que ha hecho es presionar un botón que puede ser de no retorno. El resultado ha sido el llamado a una movilización permanente de rechazo al indulto y condena de la legitimidad del gobierno de PPK.

Una República con crisis continuas

Hemos dicho que la crisis política y de la democracia en el país no son de ahora. Alberto Adrianzén ha vuelto a mencionar en un artículo en el Diario La República el concepto de República Empresarial que se fundó en 1992 con el inicio de la dictadura de Fujimori y que construyó, a partir de la Constitución de 1993, una arquitectura jurídica que le abrió las puertas a la política neoliberal y con ella a un Estado permisivo frente a las ambiciones del gran capital y que son el origen, no solo de la gran corrupción del caso de Odebrecht, sino de todos los negociados como los beneficios tributarios que dejan al Estado sin millonarias sumas que no pagan empresas grandes de diferentes rubros en el país.

Adrianzén ha mencionado con razón que “si la democracia está en crisis es porque subsiste la República Empresarial”. Eso significa que no basta con cuestionar la legitimidad de un indulto que nos avergüenza como país frente a los deudos y deudas de la dictadura y frente a la justicia internacional; es necesario discutir la continuidad de esta República que tenemos que demandaría una gran movilización nacional por un nuevo pacto por el Perú, la necesidad de una nueva Constitución que sepulte el legado nefasto y criminal de la dictadura.

Los siguientes días serán difíciles para el país. Las movilizaciones en diferentes ciudades tendrán en el indulto su principal motivación. Pero acaso sea necesario en esta coyuntura que nos vuelve a poner en cuestión la discusión del Perú que queremos, discutir los orígenes de una crisis continuada que inició con la caída de la dictadura y que continuó porque nuestra clase política no tuvo la altura para romper con la institucionalidad de esa dictadura pese que la comisión que investigó los delitos económicos de la dictadura recomendó directamente la revisión de la estructura jurídica que favoreció la gran corrupción.


La pregunta seguirá siendo si estaremos a la altura como país desde la clase política y desde la organización social de construir una República distinta a esta que tenemos.

jueves, 14 de diciembre de 2017

ESTA CRISIS DE LA DEMOCRACIA NO ES DE AHORA

Por. Henry Córdova Bran

No sorprende la revelación de los negocios entre las empresas vinculadas al presidente y ODEBRECHT. Lo que preocupa es que hemos llegado a un momento de desencadenamiento de una crisis estructural de nuestra democracia. Y sin embargo esta crisis no es actual, nos viene de muchos años atrás. Vista en el tiempo, la crisis de la democracia que heredamos de los noventa no la superamos, solo cambiaron los actores y las actrices.

Los documentos mostrados por la comisión Lava Jato el último miércoles no hacen más que confirmar algo que sabíamos: que el presidente es un lobista. Lo grave es que el presidente tiene que responder a un evidente caso de conflicto de intereses cuando era un alto funcionario del gobierno de Alejandro Toledo.

Lo cierto es que el último capítulo ODEBRECHT ha desatado una crisis política que pone en el ojo de la tormenta al propio Presidente Kuczynski y que ha precipitado los pedidos de renuncia o de vacancia del presidente. En el momento en el que se escribe este artículo las bancadas en el Congreso de la República se reúnen entre ellas para decidir cuál será su posición. Mientras el fujimorismo plantea la renuncia, el Frente Amplio manifiesta que la figura para la salida de esta crisis es la vacancia del presidente, que Vizcarra asuma la presidencia y que se convoque a alecciones generales presidenciales y congresales en un plazo inmediato.


Mientras tanto aún están pendientes las acusaciones constitucionales contra el Fiscal de la Nación y el Tribunal Constitucional en un intento de acallar las investigaciones por casos de corrupción a Keiko Fujimori y Alan García.

La democracia secuestrada

Si bien es cierto la crisis se hace manifiesta con mayor énfasis cuando el escándalo de la corrupción toca directamente la figura del Presidente de la República, lo cierto es que la revelación de los pagos de ODEBRECHT no sorprende. La historia de Pedro Pablo kuczynski está poblada de vínculos con grandes empresas y negociados que merecen más de una investigación desde sus años como funcionario del gobierno de Velasco, en el que tuvo que huir oculto en la maletera de un auto. No sorprende porque además no es solo Kuczynski, la clase política que nos ha gobernado y la que nos ha querido gobernar tiene, por lo menos, gruesas sospechas de vínculos con la corrupción.

El fin del gobierno de Fujimori debió ser un tiempo de bisagra para la democracia en el país. Hemos recordado en un artículo anterior que tras la caída del régimen de Fujimori una comisión en el congreso presidida por el entonces congresista Javier Diez Canseco investigó los delitos económicos del fujimorismo y encontró que la corrupción del gobierno se erigía sobre una legislación en materia de contrataciones del Estado que era necesario cambiar, tal como se indicó en las recomendaciones del Informe de la Comisión de Diez Canseco. La recomendación señalaba puntualmente la “Revisión en forma integral por parte del Congreso Nacional a través de sus Comisiones Ordinarias, de la Legislación y Normas reglamentarias vigentes referidas a la privatización de empresas públicas en sus diversas modalidades según el Dec. Leg. 674.

El informe de esta comisión se presentó el 2002; sin embargo, esto no ocurrió. Ni se cambió la Constitución fraudulenta de Fujimori, ni se revisaron estas modalidades de contrataciones, privatizaciones o concesiones que en los 90 favorecieron groseramente a las grandes empresas y que en muchos casos fueron parte de la corrupción que, según cálculos de Alfonso Quiroz, le costaba al Perú alrededor de 2mil millones de dólares anuales.

¿Nos sorprende lo de Kuczynski? No. Pero si debiera indignarnos, debiera generarnos una sensación de ¡Basta Ya! Sin que eso nos tape la visión de que es una crisis no de un solo nombre, no solo del presidente, es una crisis estructural que sobrevivió a la marcha de los cuatro suyos, que sobrevivió al gobierno de transición, y a los gobiernos de Toledo, de García, Humala y al actual gobierno, el del endeble ejecutivo de PPK y el del gobierno de facto del Congreso de la República a manos del fujimorismo.

No sabemos si en las próximas horas o en los próximos días, se decida la suerte del presidente, si la presión lo lleve a renunciar o si el parlamento tome la decisión de vacarlo por incapacidad moral, o si se adelantarán las elecciones. Lo cierto es que cualquiera de los escenarios nos introduce a una crisis de representatividad. Quizá nunca más se nos hacen más actuales las palabras de Gonzáles Prada, “En el Perú, en cualquier lugar donde se pone el dedo sata la pus”, para el caso de esta crisis, la pus de la corrupción salta en todas direcciones.

¿Estamos listos como país para asumir y encarar los escenarios que pueden venir? No somos una República de ciudadanos y ciudadanas con vocación política, pero quizá el descontento y la indignación nos lleven a repensar el Perú que queremos, partiendo desde el Perú que no queremos.