La 68º Asamblea General de la ONU se desarrolló hace
pocos días en Nueva York en medio de un contexto mundial marcado por el
conflicto sirio, las posiciones norteamericanas y rusas enfrentadas nuevamente
y una cada vez más firme posición de algunos países latinoamericanos frente a
la política de intervención de EEUU, marcada en la actualidad por el espionaje.
Este año la Asamblea
General de las Naciones Unidas inició con una fuerte crítica de parte de la
presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, hacia el gobierno de los Estados Unidos
de Norteamérica a raíz del escándalo de espionaje del que fueron objeto
autoridades brasileñas, incluida la misma presidenta Rosseff. La presidenta
brasileña fue firme y realizó la que ha sido catalogada por el periódico The
Guardian, como “la condena pública más fuerte realizada por un líder mundial a
los programas de espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), la
Agencia de Inteligencia del Reino Unido (GCHQ) y otros servicios de
inteligencia asociado”.
La presidenta
Rousseff afirmó que Estados Unidos “violó los derechos humanos, la libertad
civil y la soberanía” de Brasil. En esa línea, censuró el hecho de que se
argumente que un país puede interferir en las comunicaciones de otro “para
proteger a las naciones contra el terrorismo” como ha afirmado el gobierno
norteamericano. Tras esta dura crítica Rousseff llamó a la ONU a proteger a los
usuarios de Internet del espionaje internacional.
Tras el discurso de
Rousseff, y a pesar que la crítica fue frontal hacia el gobierno
norteamericano, Barack Obama en la alocución de su discurso apenas si aludió al
tema al afirmar que “hemos comenzado a revisar la forma en la que recolectamos
inteligencia para equilibrar las preocupaciones de los norteamericanos y sus
aliados respecto a su privacidad”. Este hecho no es aislado ni constituye una
anécdota, es la respuesta hacia una política reprochable que salió a la luz
gracias a los destapes de Julian Assange y Edward Snowden que le han ocasionado
más de un dolor de cabeza a Washington.
Siria, Irán, el Consejo de Seguridad y el Tablero Mundial
de Ajedrez
El reprochable tema del
espionaje no fue el único tema polémico que se escuchó en la ONU ni en el cual
EEUU se ha visto involucrado. El conflicto en Siria y la presencia del nuevo
presidente de Irán, Hasan Rohani, acapararon la atención de casi todos los
líderes mundiales.
Sobre el conflicto en
Siria, las semanas previas a la cita mundial se vivieron momentos tensos ante
la inminencia de una intervención militar norteamericana anunciada por el
propio Obama, la misma que fue desestimada en los días posteriores tras las
propias opiniones contrarias dentro de EEUU y la intervención del gobierno ruso
y su propuesta de que Siria ponga sus armas químicas bajo control
internacional, propuesta que las propias autoridades sirias acogieron. De esta
manera Obama se quedaba sin piso para lanzar un ataque y continuar con las
pretensiones de acabar con el régimen de Al-Assad. En esta Asamblea se aprobó
una resolución en el Consejo de Seguridad de manera unánime para eliminar las
armas químicas en Siria. En esta resolución, se manifiesta el compromiso por
una solución política al conflicto y la realización de una conferencia para
lograrlo. Es cierto que se deja abierta la posibilidad de hacer valer el
capítulo VII de la Carta de la ONU, en caso “de incumplimiento de los
dispuesto” esto quiere decir que EEUU mantiene la posibilidad latente de un
ataque a Siria, sin embargo, el gobierno ruso ha dicho que “de ninguna manera
la mención del capítulo VII significa la aplicación automática de sanciones o
menos aún de recurso a la fuerza”. La tensión en la zona se mantiene, por lo
tanto latente.
Pero un tema que
viene teniendo creciente voz en Naciones Unidas es la propuesta por reformular
el Consejo de Seguridad. En el discurso de la presidenta argentina, Cristina
Fernández, afirmó que “este instrumento
que funcionó desde 1945, hoy se ha demostrado absolutamente anti funcional y
obsoleto no solamente frente a la cuestión Siria, sino también ante otros
frentes contra la paz y contra la inseguridad en el mundo”. El propio
presidente Humala dijo que “el Perú comparte la premisa afirmada por una gran
cantidad de Estados miembros sobre la necesidad de reformar y ampliar el
Consejo de Seguridad, de manera que refleje las realidades del siglo XXI”. Pero
la de Humala no es una crítica frontal hacia el manejo del Consejo de Seguridad
como un instrumento de injerencia en la política internacional de parte de las
potencias mundiales, es más bien una adhesión de voluntades.
La crítica al Consejo
de Seguridad tiene un precedente poco difundido. En la 64º Asamblea de la ONU
del 2009 fue el presidente Libio, Moamar Al-Gadafi, asesinado dos años después
durante la invasión norteamericana en Libia. Gadafi criticó durante su discurso
duramente la actuación del Consejo de Seguridad en las últimas décadas. Recordó
que en el preámbulo de la carta de Naciones Unidas dice que “nos comprometemos
a no usar la fuerza armada con la excepción del interés común” sin embargo
luego refutó el líder Libio “han estallado 65 guerras desde que se instauró la
ONU y se creó el Consejo de Seguridad, causando más víctimas que las provocadas
por la segunda guerra mundial. ¿Se trata de “guerras de interés común”? en
absoluto, son solamente del interés de uno, dos o tres Estados. Ello constituye
una evidente contradicción con el preámbulo que ratificamos y nos indujo a
integrarnos a la ONU”. La historia de la intervención militar en Libia
posterior al discurso de Gadafi tampoco correspondió evidentemente al “interés
común”.
En general lo que se
viene poniendo en discusión en la ONU cada vez con más voces de los jefes de
Estados de países cada vez más contrarios a la política norteamericana y de los
países potencias de occidente es el discurso hipócrita de los Estados que
abogan por la paz y que en nombre de la paz distribuyen la guerra y venden armas
en el mundo. Quizás este año el discurso de la presidenta argentina ha sido el
más elocuente en este sentido: “De estas cosas hablamos y de este doble
estándar hablamos, de la necesidad de acabar con este doble estándar y que las
resoluciones, que las decisiones de este organismo multilateral, como es
Naciones Unidas, se cumplan a rajatabla
para débiles y para fuertes, para grandes y para pequeños”.