Por: Henry Córdova Bran
El 10 de abril, el
Perú mostró lo que es, un país resquebrajado, con varias versiones de sí mismo,
con realidades diversas, pensamientos radicalmente opuestos, quizá la
democracia más endeble de la Región, con memoria colectiva aniquilada y miedos
extendidos por la desinformación, un país que será gobernado por lo más
reaccionario y neoliberal de toda la política latinoamericana. ¿Decisión
democrática que hay que respetar? No, y estas son mis razones.
Dicen que en el Perú
hemos roto una marca, la de elegir por primera vez en nuestra historia
republicana, un cuarto régimen democrático consecutivo. Lo dicen quienes están
contentos con los resultados, quienes en todos estos años, tras la caída de la
dictadura fujimorista, no perdieron sus privilegios, que habían conseguido
precisamente gracias a esa dictadura: la CONFIEP; lo dicen quienes creen que la
democracia consistía en celebrar elecciones como si de una alfombra se tratara,
bajo la que escondemos toda la basura de la casa que queremos ocultar. Pero la
democracia conquistada es solo eso, una alfombra para esconder la basura.
Porque la democracia
no sirvió para reducir las enormes brechas que en el Perú existen –y no me
digan que la medición de la pobreza monetaria es prueba de que el modelo
funcionó- las brechas siguen siendo enormes en el Perú y lo demuestra ese mapa
electoral que parte al Perú entre norte y sur, entre costa y sierra, entre el
mundo urbano y el rural. Si a los resultados se atendieran, tendríamos que
elegirle un presidente al sur y otro al norte, un presidente al Perú urbano y
otro al rural, pero eso no es posible, el Perú es el Perú, una marca orgullosa
de su historia mientras solo sea folklore o marketing para los negocios,
¿memoria colectiva? No. Eso es quedarse en el pasado.
Es rara la democracia
en el Perú, desde el año 2000 es notorio que en cada elección las mayorías
buscaron cambios y se reflejaron en los resultados electorales, siempre con
promesas de cambio. En las tres ocasiones los ya electos presidentes hicieron
todo lo contrario a lo prometido y mientras tanto dejaron el statu quo como lo
querían quienes manejan el poder económico; y los medios hacían de sus ventanas
de comunicación en prensa, radio y televisión, basura para el consumo familiar,
contenidos para el embrutecimiento colectivo, abuso de su poder de supremacía y
concentración de medios para manejar y dirigir la opinión pública. Durante 16
años la “democracia” que practicamos la hicimos bajo el régimen constitucional
que la dictadura implantó en 1992, una contradicción que el poder de la CONFIEP
nunca permitió resolver ni cuestionar. Y esa democracia frágil que recuperamos
el 2000 empezó a quedar cada vez más a la medida de lo que la derecha quería y
para eso, poco a poco, se recuperaron, acapararon, metieron los negocios a la
política, y apostaron, luego del 2011, a no sufrir reveses electorales como la
elección de Ollanta Humala. Aquí una contradicción más de la “democracia”,
cuando la derecha pierde elecciones no respetan los resultados, no salen a las
calles porque no es su método, su método es ejercer presión, acorralar al
candidato electo y usar los medios para generar temor y en base a eso negociar
la permanencia del modelo que el electorado había rechazado en urnas, y por eso
mantuvieron el control del MEF y a través de él acapararon el Estado. Eso
gracias a la debilidad de Humala por la que tendrá que responder.
Esa “democracia” a la
medida la pusieron al servicio de estas elecciones; y para ello dispusieron
nuevamente de toda la ventaja económica que dan las campañas millonarias y el
financiamiento oscuro que buscará los grandes negociados una vez obtenido el
gobierno; y tuvieron los medios de comunicación a su servicio –que para eso se
impulsó la concentración de medios- para expandir la campaña de miedo y de
terror frente a cualquier discurso contrario; y aún más tuvieron el control del
organismo electoral que sin vergüenza alguna uso la Ley con criterios distintos
para unos y otros, salvando candidaturas pese a las pruebas contundentes de
violación de la Ley como en el caso del fujimorismo y de la alianza del APRA y
el PPC.
En esa desigual circunstancia
todo proceso electoral cancela la idea original de la democracia. Sin embargo
el Perú ha legalizado este desigual juego electoral que debilita aún más la
democracia y nos pone de cara a un presente y futuro difícil para el Perú.
Lo que resultó, lo que se viene
Y esta realidad de
debilitamiento democrático condujo a los resultados del domingo. Una segunda
vuelta entre iguales. Una elección con discurso único, y escasos matices para
diferenciarlos. Y lo que es más preocupante, la composición del Congreso de la
República con casi 68 escaños del fujimorismo y alrededor de 19 de PPK, solo
con ellos, el legislativo tiene carta abierta para impulsar y aprobar toda ley
o facultad legislativa, que bajo la premisa de “impulsar la inversión” atentará
sobre derechos fundamentales, laborales, ambientales, culturales y civiles. Quien
gane en segunda vuelta confirmará el mismo modelo, en tanto el legislativo
actuará de la misma manera con uno y con otro y el poder de la CONFIEP se
asentará para conseguir la legalidad que necesita para terminar de hacer del Perú el país que siempre quiso el poder
económico transnacional y nacional. En ese escenario cualquier movimiento
social que se oponga a las medidas del nuevo gobierno tendrá al frente un
Estado represor que no dudará en tratar como criminales a los manifestantes. Lo
que se viene son 5 años de oscurantismo.
La izquierda, por su
parte, decidió participar de este juego electoral aun sabiendo que entraba en
un terreno desigual. En ese escenario ha conseguido más de lo que cualquiera
imaginaba al principio. Lo sensato sería que la Izquierda rechace cualquier
apoyo al fujimorismo y a PPK y sostenga la crítica al modelo que continuará,
fortaleciendo la figura política de Veronika Mendoza y de los nuevos liderazgos
que aparecen en el recambio generacional que requerían. El grupo parlamentario
que ha ganado la izquierda es importante pero por sí solo no tendrá fuerza al
interior del Congreso, por eso es fundamental que la bancada del Frente Amplio
busque conectarse con la ciudadanía movilizada que viene rechazando las medidas
como la “Ley Pulpín” o actualmente el TPP.
Difícil momento el
que se le viene al Perú. Pero también un momento que exigirá la actuación de
una generación que en los últimos 16 años viene constatando la necesidad de cambiar
el país. La historia ha puesto a esta generación de cara al Bicentenario de la
República y no está mal pensar que en estos años se requiere el talento
político y la audacia para darle vuelta a este revés que han significado las
elecciones del 10 de abril.