Este blog es un esfuerzo por contribuir en la difusión de información, artículos de opinión y demás géneros periodísticos que muchas veces no se muestran en los medios de comunicación oficiales. El nombre La Acción Escrita es tomado de un libro de Genaro Carnero checa acerca del periodsimo de José Carlos Mariátegui.

viernes, 20 de julio de 2018

LA VEJEZ DE LA REPÚBLICA


Por: Henry Córdova Bran

Está vieja nuestra República. Y quizá nació vieja. Los audios del escándalo del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), que hemos escuchado como un desfile de la infamia, no hacen sino demostrar esta vejez. ¿Nos sorprende el nivel de corrupción? No. Pero nos lleva a preguntarnos ¿Hasta qué nivel de podredumbre estamos dispuestos a seguir aguantando?


La historia en el Perú no es un anaquel al que acudimos para sacar las grandes lecciones que necesitamos. La historia en el Perú es como el cuarto de almacén en el que vamos amontonando nuestras miserias y nuestros escombros. En un escrito de Manuel Gonzáles Prada sobre la figura de Nicolás de Piérola, del año 1899, dice “Los criminales impunes afirman que “en el Perú no existe sanción moral”, fundándose naturalmente en haber escapado ellos mismos a la cárcel del Código Penal y a los faroles de las justicias populares”. Los criminales de ahora lo saben perfectamente y por eso quizá, la corrupción no los sonroja, no le temen a la judicatura, al sistema de justicia, porque está infestado y la historia de las oscuridades del sistema de justicia es tan vieja como nuestra República.

Los audios que hemos escuchado durante los últimos días no sorprenden, solo elevan el nivel de indignación, solo nos demuestra que en el Perú siempre es posible un peldaño más hacia abajo en nuestro hondo hueco de país inacabado. Los audios son una anécdota más, un desfile de nombres, de personas corruptas, de los Hinostroza que reemplazaron a los Miguel Aljovín, y que seguramente serán reemplazados por nuevos nombres que jurarán por la decencia hasta el próximo destape.

Nada parece indicarnos que esta nueva ola de la crisis tenga una solución definitiva. Hemos dicho en otras ocasiones que lo que tenemos desde hace varias décadas es una crisis estructural del Estado, no una crisis presidencial cuando surgió el escándalo Kuczynski que terminó con la renuncia del ex presidente y la juramentación de Vizcarra; no una crisis del Congreso, infestado por la bravuconería fujimorista, la mañosería aprista, la piratería de los interesados, el analfabetismo político casi crónico de muchos, y las voces a medias de las pocas muy pocas excepciones; no una crisis del poder judicial expresada en el mercadeo al peso de los jueces y fiscales, en sus sentencias escandalosas en casos de violación y violencia, en sus retrasos abiertamente sospechosos en casos decisivos contra García o Keiko Fujimori; que se reproduce también en nuestras provincias como los destapes que aparecen en nuestra Región de jueces y fiscales y sus nexos oscuros o los discutibles Honoris Causa que la Universidad Nacional de Piura otorgaba sin mayor sustento a los magistrados que ahora no hay causa de honor que los defienda.

En fin, lo que tenemos es una crisis generalizada del Estado, de su naturaleza misma, de un Estado que tuvo una composición de naturaleza criolla en los inicios de la República y que solo sirvió para asegurarle los privilegios a mucha gente que años atrás había mantenido distancia con la prédica independentista; así nuestro Estado en pleno siglo XXI parece ser solo funcional para esta república empresarial del gran negocio. El Estado que tenemos no es funcional para el país al que podríamos aspirar, no es funcional para emprender un salto en la calidad educativa porque no invierte adecuadamente lo que debería, no es funcional para asegurar salud digna porque sucumbe a los intereses de la industria farmacéutica y de la alimentación chatarra; no es funcional al trabajo digno, porque condena los derechos laborales a la voracidad del gran capital, no es funcional al desarrollo sostenible, porque privilegia el saqueo de la materia prima a la inversión en investigación para diversificar nuestra oferta productiva. Necesitamos un nuevo Estado para una nueva República.

Las recetas que no convencen

Frente al escándalo de los audios, el presidente Vizcarra anunció la conformación de un equipo de expertos para una comisión que en 12 días elaboraría una propuesta de reforma del sistema de justicia que presentará el 28 de julio; además, convocó al Congreso de la República para una sesión extraordinaria para debatir la remoción de todos los miembros del CNM. Paralelamente, el presidente del Congreso, Luis Galarreta, anunció que el Congreso, como primer poder del Estado, realizará la reforma del sistema judicial nacional.

Ni las recetas del presidente Vizcarra, ni las respuestas del señor Galarreta dan cabida a la confianza. ¿Realmente piensa el presidente que en 12 días una comisión va a producir una reforma al poder judicial? ¿Realmente quiere hacernos creer el señor Galarreta que este Congreso de la República está en la capacidad política y moral de conducir por su lado una reforma en la siguiente legislatura? ¿No se da cuenta el presidente del poco respeto que le tiene el parlamento cuando el señor Galarreta minimiza sus iniciativas y al instante le dice que serán ellos quienes harán la reforma, o cuando un cada vez más irreconocible Víctor Andrés García Belaúnde le increpa abiertamente sus formalidades y lo llama ignorante?

Tenía razón Gonzáles Prada cuando afirmaba que “Lo nuevo se construye con lo nuevo; y el gobernante que para modificar a un pueblo se vale de instituciones añejas y leyes retrógradas se parece al arquitecto que se vanagloria de levantar una casa nueva cuando toma un viejo caserón y le remienda con adobes mochados, maderas apolilladas y hierros enmohecidos. Los individuos y las naciones no edifican algo bueno y estable sin fundarlo en la verdad y la justicia”. Debe darse cuenta el presidente que nada puede reformarse desde el propio ejecutivo, ni mucho menos desde las bajezas morales y éticas en las que está sumergido el Congreso de la República, y cuyos congresistas son en gran medida parte del problema. El Perú necesita un nuevo pacto social, una nueva constitución a la altura de su historia y funcional a las necesidades antes expuestas.

Las respuestas no saldrán de las voluntades del presidente ni del Congreso de la República. No deberíamos permitir que los criminales sigan pensando que en el Perú no existe sanción moral. La vejez de la República necesita de la juventud de su gente, de su reserva moral. Son necesarias la firmeza de una ciudadanía movilizada, hay que respaldar a los pequeños espacios del periodismo que viene investigando estos casos, son necesarias las juventudes, que no solo recuperen la capacidad de indignación, sino que sientan vocación por el Perú, y eso significa redescubrir su historia y tomar en sus manos su presente.