Este blog es un esfuerzo por contribuir en la difusión de información, artículos de opinión y demás géneros periodísticos que muchas veces no se muestran en los medios de comunicación oficiales. El nombre La Acción Escrita es tomado de un libro de Genaro Carnero checa acerca del periodsimo de José Carlos Mariátegui.

lunes, 24 de septiembre de 2018

LA CUESTIÓN ES ¿CONFIANZA EN QUÉ?


Por: Henry Córdova Bran

La semana se inició el domingo 16 con el mensaje a la nación del presidente Martín Vizcarra en el que planteó la cuestión de confianza al Congreso de la República por la demora en la aprobación de los cuatro proyectos de Ley que contemplan la reforma judicial y política. Durante la semana, no sin falta de revuelos desde el Ejecutivo y del Legislativo, El Congreso aprobó la cuestión de Confianza, sin embargo, la cuestión es ¿Confianza en qué?

La crisis a nivel nacional se expresa desde el escándalo y no desde el planteamiento serio de los problemas que enfrenta el país. Sin los audios del Consejo Nacional de la Magistratura y el escándalo mediático que produjo, no serían hoy posibles los planteamientos de la reforma del sistema de Justicia. ¿No sabía el gobierno acaso de la podredumbre de la justicia peruana? ¿no se sabía en el Congreso de la influencia política en la designación y en las decisiones de los jueces y magistrados? ¿no llevan años encarpetados más de un proyecto de ley que planteaba estas reformas?

Por esa razón es que la población debe saber que si bien es cierto las reformas planteadas por el presidente Vizcarra son necesarias, constituyen solo un parche para tapar el escándalo que indigna y moviliza a la ciudadanía. La gran reforma que necesita el Estado y que necesita nuestra población, ni siquiera está planteada, nos referimos a la refundación misma del Estado a través de un llamado a una Asamblea Constituyente, el planteamiento de una nueva Constitución que genere un nuevo pacto político por el país y que apunte directamente a resolver la arquitectura de nuestro modelo económico, la revisión del sistema educativo y de salud, y el impulso de la diversidad productiva con un enfoque de desarrollo sostenible.

Una pugna de poderes

Este es un período de expresión continua de la crisis política del país, de la crisis moral de nuestra clase política, de la crisis que infecta a nuestras instituciones, de las cuales no nos hemos desprendido en estos 18 años posteriores a la caída de la dictadura. Este gobierno, particularmente, nació con una debilidad evidente, no solo por la fuerza parlamentaria del partido de Keiko Fujimori que ha mostrado su carácter autoritario en más de una ocasión, sino por la debilidad misma del presidente Kuczynski, lo que le costó más de una derrota casi con complacencia sumisa. Pero la debilidad más grande de PPK no era su inmovilismo político, sino su evidente relación con el poder económico y su rol de lobista siempre que fue funcionario público. Las denuncias de corrupción le dieron pie al fujimorismo para buscar su cabeza y precipitar su caída.

Con la llegada de Martín Vizcarra a la presidencia y su intención de llevar el timón del gobierno hasta el 2021 se abrió un nuevo capítulo. Quizá pensó el fujimorismo que Vizcarra encarnaría la debilidad de PPK y así parecía ser durante los primeros días, sobre todo por el carácter contemplativo que el Premier César Villanueva mostraba con el fujimorismo. Pero es evidente que Martín Vizcarra entiende mejor el juego político de lo que lo hacía su antecesor. Sabe leer mejor el ánimo de la ciudadanía y ha entendido que al poder que le presenta el Congreso dominado por el fujimorismo no le cabe la complacencia sino la firmeza de la investidura presidencial. El escándalo de los audios del CNM y la evidente vinculación que la señora K y parlamentarios fujimoristas tienen en este caso, le dieron la ocasión al presidente para pasar a la ofensiva y así lo hizo en el Mensaje a la Nación del 28 de julio. Ahí empezó una pugna declarada entre el Ejecutivo y el Legislativo.

La cuestión es ¿Confianza en qué?

Después de 40 días de presentados los proyectos de Ley planteados por el presidente Vizcarra el 28 de julio, durante los cuales el Congreso de la República dio claros signos de querer demorar la discusión de las reformas, el gobierno planteó la cuestión de confianza y creyó que de esta manera arrinconaba al Congreso de la República.

Se ha equivocado el presidente. Lo que para muchos era, el miércoles, un día D para el país, se convirtió en un capítulo más de mecida política y juego de poderes que dio como resultado una inservible aprobación de la cuestión de confianza sin compromisos claros desde el parlamento en torno a lo que exigía el gobierno y una aceptación contemplativa del presidente del resultado de aquella jornada. Y es que el dictamen final de la cuestión de confianza aprobada por el Congreso no establece nada claro respecto de las reformas en cuestión, el Congreso le da la confianza al ejecutivo en torno a los ejes I y II de la política de gobierno sin especificar ni los 4 proyectos de Ley sobre las reformas, ni sobre el referéndum. En suma, el Congreso devolvió el golpe y le ha dicho al gobierno “te aprobamos tu gestión, pero las reformas las hará el parlamento”

Esto ha sido posible porque en el fondo no existe una firmeza desde el ejecutivo para promover una verdadera reforma del Estado y lo mostrado en las últimas semanas es el mismo enfrentamiento de poderes con el que nació este gobierno, pero con un Vizcarra más político. No debemos perder de vista que de fondo está la preocupación de más de un líder político representado en el Congreso (Keiko, García, PPK) por sus vínculos con la corrupción por las que tienen investigaciones abiertas y preocupaciones del mismo presidente Vizcarra por temas como el del caso Chinchero que aún perturba su tranquilidad.

De allí que se hace necesaria la comprensión de la naturaleza estructural de la crisis por la que atravesamos, porque las crisis no son aisladas, no son crisis de sectores, responden a una estructura que se dirige desde los grandes grupos de poder económico y se materializa desde el Estado en su conjunto, que por algo ha sido catalogado por economistas como Francisco Durand, como una República Empresarial, es decir una República favorable a la gran empresa antes que a las personas que viven y trabajan en nuestro país.

Por eso mientras se debaten las reformas en cuestión por otro lado se plantean leyes como la eliminación de la negociación colectiva para los trabajadores del sector público, que pone en riesgo los derechos de miles de trabajadores y trabajadoras en todo el país, o la nueva Ley de Hidrocarburos que busca priorizar la inversión y nuevas concesiones reduciendo los rigores ambientales y los derechos de poblaciones indígenas, así como las posibilidades de recaudación del propio Estado.

Así las cosas, ni el Legislativo, ni el Ejecutivo ofrecen suficientes signos de confianza para las demandas de cambio que la ciudadanía exige.