Por:
Henry Córdova Bran
El escritor piurano
Cronwell Jara Jiménez fue anunciado esta semana como el ganador del premio Casa
de la Literatura Peruana 2019, premio que han recibido escritores como Vargas
Llosa, Oswaldo Reynoso, Carmen Ollé, Edgardo Rivera Martinez, Carlos Germán
Belli, entre otros. Sin duda, un orgullo para Piura.
Cronwell
Jara, recibe nuestra llamada desde su casa en el Rimac, acaba de salir del
sueño que le ha regalado su infaltable “siesta piurana”. Nos dice que, para él,
el premio es terminar una novela o un cuento, que en todo caso el premio será
una excusa para celebrar con los amigos. Para nosotros, es también una excusa
para volver a acercarnos a ese universo que es la literatura de Cronwell Jara.
Usted mencionaba que esta
noticia la recibió con alegría primero, pero también con algo de tristeza por no
poder compartirlo con sus padres y su abuela. Sin embargo, ¿en qué momento de
la vida lo encuentra este reconocimiento?
Creo
que me encuentra en plena madurez, no solamente por la edad, que es lo que
menos cuenta, sino con la práctica que tengo en la escritura
La madurez Literaria
Claro,
a eso me refiero, porque domino las técnicas como yo lo deseaba cuando era muy
joven y ahora ya las tengo y me siento contento. Los cuentos y las novelas son
como retos para mí, de vida o muerte, o me matan o yo mato, y eso de que me
matan no es tan en broma ya me pasó con la primera novela casi me mata de
verdad
Es verdad usted mencionó
que luego de Patíbulo para un caballo y las Huellas del puma su salud se
resquebrajó
Sí,
porque no sabía yo que tenía que alimentarme bien, bien papeado, buenas
proteínas y buen alimento, y yo escribía más que comía y estaba mal eso.
¿Qué tan febril era esa
época de escritor joven buscando escribir Las Huellas del Puma que lo llevó a
ese ritmo de escritura?
Bueno
en una época yo sentía que podía dar mucho, de hecho, cuando hacía Patíbulo
para un caballo se me venían, por asociación de ideas, muchos cuentos y al día
hacía cuentos chiquitos, grandes o poemas y al día hacia hasta 14, muchos de
ellos se han publicado, era febril, delirante, alucinado, en la plenitud del
vigor de la energía y estaba recién entendiéndome con las técnicas. Ahora
también, no me faltan las ganas de escribir y lo hago; si Patíbulo me costó cinco
años haciéndola y revisándola, la última, Patio de letras, me ha tomado ocho
meses, y tiene las mismas páginas, pero me sale con la fluidez, pero con más
locura, pero ya no he sentido esa fatiga ese cansancio, porque el dominio de
las técnicas me ha facilitado.
Usted ha mencionado que
hay dos momentos importantes en su vida, su infancia en que los cuentos de la
abuela y apoyo de sus padres para respaldar su idea de ser escritor y el
segundo momento es San Marcos, el ingreso al mundo académico
Imagínate
la importancia de la familia en tu formación emocional, en tu visión de mundo,
de vida, todo lo que aprendí con ellos, hasta cuando a eso de los 8, 10, 12
años, entendí todo lo que me contaban, todo lo que yo oía eran las historias
orales de mi padre, de mi madre y abuela en un ambiente de risa, jolgorio, del
disfrute de contar, con sus picardías, sus risas y sus reflexiones y la
seriedad con que contaban y también cómo se reían; eso que te estoy diciendo lo
he sentido en “El mundo es Ancho y Ajeno” de Ciro Alegría, ese arte de contar
maravilloso que tenía, es uno de los grandes narradores que tenemos. Lo mismo
dije yo, yo quiero ser así, alegre, chispeante en mis cuentos, y así son los 24
cuentos de Las huellas del puma, en la sierra de Piura, porque allí estaban las
historias como me las contaron mis padres. Yo tenía pocas lecturas.
¿Quiénes eran sus autores
de juventud?
Te
vas a reír, Bécquer, Ciro Alegría, Diez Canseco, Albújar
Su padre conoció a López
Albújar
Eran
conocidos y mi padre lo veía y conversaron alguna vez; era flaco, espigado,
huesudo, zambo y bien tacaño, dicen que recibía
a muchos muchachitos en su casa y los muchachitos veían como él tomaba
su café y comía su pan con mantequilla y nunca les invitó nada jajaja,
seguramente para que se vayan rápido, eso me contaba mi viejito, lo admiraba; y
bueno mi papá como me vio entre libros me trajo una vez “Las mil y una noches”,
aunque me aburrieron un poco, lo que sí me gustó fueron unas enciclopedias
donde estaban las biografías de grandes personajes, como Miguel Ángel, García
Lorca, allí conocí a Lorca, Machado y las fábulas que son fórmulas narrativas
muy ingeniosas.
Y ya en San Marcos ¿con qué
se encontró?
Ya
ahí me jodí, porque me encontré con los
semiólogos, la semiótica, que me aburrieron como no te imaginas, pero ahí
estaban también las clases de Hildebrando Pérez sobre la literatura oral y
entendí ahí el valor de los cuentos de la abuela, de mis padres, yo pensé que
eso era sin importancia pero Hildebrando hablaba de la importancia de la narración
oral de la filosofía, de otro mundo, de una cultura que no es la académica, de
la narrativa oral entonces dije “yo tengo cosas que contar”
Usted vuelve siempre que
tiene ocasión a Piura, incluso a Santo Domingo, ¿Sigue encontrando esa oralidad
que ha sido tan importante en su literatura?
Ya
no porque ya se fueron el tío Pantaleón, murió, la tía Agripina Jiménez murió,
la tía Chona murió, mis primos algunos han muerto, otros se han ido, ya voy a
la sierra y me encuentro prácticamente con poquita familia, parentela dos o
tres primos, pero se están muriendo y me apena, pero aún así, por ejemplo, mi
primo Blas Jiménez él me ha seguido contando historias o pasajes como la luna y
el arcoíris que es uno de los cuentos más bonitos que tengo; así como jugando
aparecen las historias.
Hay escritores que son
recreadores de historias y hay quienes son creadores de universos, ¿en su caso
considera que hay un universo Cronwell Jara?
En
lo mío hay de todo, hay historias que me cuentan o trozos, fragmentos, pasajes,
retazos que a mí me fascinan, entonces yo tengo que hacer un trabajo de recompostura
del rompecabezas; por ejemplo, yo de niño escuché un cuento sobre la niña que
quería la luna que la contaba la señora de mi barrio de buenos aires, nos pedía
veinte centavos para contarnos sentados en la arena, y cuando fui adulto reconstruí
la historia de tal manera que le agregué personajes, situaciones anécdotas, después
me enteré que ese cuento existe en la oralidad de Portugal, salió también “El
perro Chimu que se enamoró de la luna” porque un profesor me dijo “usted conoce
la historia del perro que se enamoró de la luna” y con el título hice mi
cuento. Todos los narradores somos creadores en ese sentido, también tengo
historias puras, aunque eso de crear de la nada también es falso siempre salen
de algún lugar y así es José María Arguedas, y Ciro Alegría, y Rulfo.
Usted dicta y hace
talleres de cuento en distintos lugares y el Perú tiene una tradición del
cuento desde Valdelomar, Clemente Palma, ¿qué posibilidades para el cuento ve
usted?
Yo
veo que hay dos tendencias, a través de mi experiencia como lector de los cuentos
del Copé y como jurado de la derrama magisterial. La primera tendencia es la de
los capitalinos, y no por tirria, ni nada; sino que tratan de crear historias
de tendencia cosmopolita, hablando del peruano que está perdido por Barcelona, New
York, o que vuelve al Perú, como que se quieren internacionalizar, graso error
porque por más que estén bien escritos, por más que tengan cierto nivel de
inteligencia, no resultan, porque el verdadero cuentista parece que está
siempre en las provincias y en las provincias la cuentística está despertando
con una fuerza inusitada y muy seria, muy creativa y competitiva, uno de ellos
es Ítalo Morales del Aullar de las hormigas, de Trujillo, donde muestra la
brillantez, su ingenio, también hay otros como Jorge Tume, donde se respiran
cuentos del fondo de la raíces de la tierra, de la costa; Darwin Bedoya en
Puno, que tiene tremenda habilidad para narrar, también tenemos a Carlos
Rengifo y a Fernando Carrasco y Yoshiro Chávez, que van a dar mucho que hablar.
¿Qué es lo que viene para
Cronwell Jara?
Ahorita
está saliendo “Esopo esclavo de la fábula”, una reedición, también está
saliendo un libro que siempre he esperado, más de 40 años, “El manifiesto de la
joda” con más de 160 cuentos breves y largos, son la locura creativa, lo oscuro,
lo raro, la crítica al sistema, del juego loco y desquiciado que tienen los
artistas para la creación, y estoy contento. También la nueva versión de “Patíbulo
para un caballo”
Patio de Letras es un tema
recurrente en sus últimas reuniones
Patio
de letras ya lo terminé, estoy puliendo. Hay quienes me decían “ya no vas a
tener otro patíbulo”, pero este Patio de letras se lo lleva de encuentro por el
lenguaje, por las vivencias, las historias y la trascendencia, porque hablo de los
problemas políticos, sociales del 70 al 90, con todo lo que pasamos en la
universidad, recuerda que la universidad es la patria chica; es el país en
chiquito; y hay linchamientos, violaciones, secuestros y decapitaciones que se
han visto; pero también hay amores. Hay la preocupación de los protagonistas
por la creación, la poesía, el cuento. Allí están María Emilia Cornejo, Juan
Ojeda, Paco Bendezú, Washington Delgado; en mi camino, pues, han estado
Eleodoro Vargas Vicuña, Manuel Scorza, de todos ellos hablo.
También
hablo de la toma del colegio de Bentin, será como una Ilíada, pero de nuestros
días, se relatan batallas; también la del 5 de febrero del 75, cuando Lima fue
asaltada por todos los barrios, robada, incendiada, saqueada. Yo estuve en
medio de esas peleas, en Lima mataban, aparecían un rochabus y las tanquetas y metían balas y eso describo, esa locura,
la gente se llevaba muebles, sofás, librerías que fueron saqueadas.
¿Este relato lo hará desde
el realismo o desde el mismo mundo mágico de Faite por ejemplo?
Es
con el lenguaje de Faite y de Patíbulo, no puedo hacer, no me gusta el
realismo, los personajes mientras están viviendo están enamorados, tratan de
crear, en ese momento todo era el caos, el desorden, el fin del mundo, esto
está en Bosch, “El Jardín de las delicias”. Narro esa época, converso con María
Emilia Cornejo, vi como linchaban a los Hora Zero, vi como sacaban a
escupitajos a Mito Tumi, también estaba Roger (Santivañez) y ellos protegían
para que no maltraten al negro Verástegui y a Jorge Pimentel, y todo eso lo
movió Carmona, eso me dijo el negro Verástegui y yo lo viví.