Movimiento Ciudadano Frente al Cambio Climático
El 22 de abril recordamos una vez más el día de la
Tierra. En un contexto de crisis sanitaria y de señales de un “respiro del
planeta” conviene preguntarnos si era necesario llegar a esto para darnos
cuenta. Creemos que no.
Por
décadas, desde hace más de 40 años, se ha venido advirtiendo sobre el riesgo de
que la temperatura del planeta se incremente en 1.5ºC o hasta 2ªC, y de los
impactos que esto generaría en el equilibrio de la vida del planeta. Por
décadas se ha advertido sobre el riesgo que tiene también para el equilibrio de
nuestro planeta el uso desmedido de combustibles fósiles o la deforestación de
nuestros bosques y lo irracional de continuar con nuestras costumbres de
consumo.
Se
nos ha advertido eso y mucho más, pero no hicimos caso.
A
puertas de ingresar a la segunda década el siglo XXI la comunidad científica a
nivel internacional emplazó a los gobiernos de todos los países a reducir sus
emisiones de gases de efecto invernadero en un 45% en un plazo hasta el 2030 o
no habría retorno para frenar la crisis climática.
Ni
siquiera el Acuerdo de París firmado el 2015 termina de ser suficiente, ya que,
en las últimas cumbres internacionales se han venido postergando las
negociaciones y decisiones más importantes para que el Acuerdo se concrete de
manera clara. Todo este panorama bajo la fuerte presión de los grandes negocios
de los combustibles fósiles y de los principales países petroleros del mundo
que a la par resultan ser los más contaminantes. Se ha llegado incluso a negar
la evidencia científica de la crisis climática. Prueba de ello es el retiro de
los Estados Unidos del Acuerdo de París, hecho que se hará efectivo en
noviembre de este año.
Nuestra realidad hoy
Si
las alertas de la comunidad científica eran preocupantes hace algunos años, hoy
sabemos que las predicciones, que no son precisamente profecías sino
predicciones basadas en evidencia científica, han quedado cortas. Tanto es así,
que la misma comunidad científica experta en materia de cambio climático del
IPCC afirmó el año 2019 que para alcanzar la meta de no elevar la temperatura a
más de 1.5ºC el 2030 los países en todo el mundo deberían triplicar sus
compromisos de reducción de GEI, y si queremos evitar que la temperatura
sobrepase los 2ºC los compromisos deberían quintuplicarse.
El
reconocido ecólogo peruano y experto en temas ambientales Ernesto Ráez Luna, en
un reciente estudio realizado para el Movimiento Ciudadano Frente al Cambio
Climático-MOCICC, ha recopilado datos recientes en materia climática. En él se
advierte, por ejemplo, que “los gobiernos planean producir 50% más combustibles
fósiles al 2030 de lo que sería consistente con un calentamiento indeseable de
2ºC y 120% por encima del escenario recomendado del 1.5ºC”.
Un
informe del Programa de las Naciones Unidas para el Cambio Climático PNUMA,
citado por Ráez, afirma que las emisiones totales de GEI en 2018 alcanzaron una
cifra sin precedentes de 55.3 GtCO2e. En otros datos, se registra que “cinco
ciudades mayores en EEUU emiten metano al doble de la tasa inicialmente
estimada” o que “la pérdida de bosques intactos entre 2000 y 2013 produjo
emisiones de CO2 seis veces mayores que lo estimado anteriormente”.
Asimismo,
la venta de automóviles conocidos como SUV entre el 2010 y el 2018 elevaron las
emisiones anuales a más de 700 millones de toneladas de CO2, “más de dos veces
las emisiones anuales del Reino Unido y Holanda combinadas”.
La crisis sanitaria y la crisis climática
Se
ha dicho erróneamente que la crisis sanitaria del Covid19 era necesaria para
que el planeta tome un respiro a las actividades humanas contaminantes y
depredadoras. Algo que se puede palpar, ver y medir de manera concreta. Los
ciudadanas y ciudadanas, especialmente en las ciudades podemos ver los cielos
más limpios y sentir el aire más puro.
Lo
cierto es que no es un buen mensaje esta afirmación y no es lo que los
luchadores y las luchadoras ambientales en todo el planeta hubieran deseado. La
relación entre la crisis sanitaria y la crisis climática no es la existencia de
una para el alivio de la otra.
La
crisis climática requiere en principio una respuesta firme de toda la comunidad
internacional para tomar la decisión de transitar a un cambio de la matriz
energética que busque la erradicación del uso de combustibles fósiles, que
detenga la deforestación de los bosques, entre ellos nuestra Amazonía, que se
reduzcan las emisiones de GEI en los niveles que la ciencia ha recomendado,
medidas programas y controladas en el lapso de tiempo que nos queda de 10 años
y que no implique los impactos repentinos que el Covid19 ha generado en un
lapso de 15 semanas en todo el mundo.
En
todo caso, si algo relaciona a la crisis sanitaria con la crisis climática es
el sistema económico y social que es hegemónico en casi todo el planeta. El
mismo sistema económico que negó por décadas las alertas de la crisis
climática, es el que ha negado la necesidad de un sistema de salud pública
universal de calidad y con los presupuestos y recursos humanos suficientemente
preparados y equipados para afrontar situaciones como ésta. El mismo sistema
que reproduce las desigualdades sociales y que quiere condenar a las y los
trabajadores a afrontar los efectos económicos de la cuarentena sin los
recursos suficientes para ello, mientras les otorga a los empresarios, que
acumularon riqueza durante décadas, beneficios y opciones para desproteger a
sus trabajadores.
A
lo que nos debe llevar la crisis sanitaria y la crisis climática es a un debate
de fondo para encarar el futuro próximo de otra manera, donde la salud de todas
las personas, el equilibrio del planeta y la justicia social y económica sean
los pilares de nuestra sociedad. Ese es nuestro reto.