Por: Henry Córdova Bran
Pedro Pablo Kuczynski y Mercedes Aráoz demoraron dieciséis
días en cubrir los espacios que quedaron vacíos en su gabinete tras el pacto de
impunidad que selló con el fujimorismo y que se materializó en el irregular
indulto concedido al dictador Alberto Fujimori. El resultado es un gabinete sin
brillos para un gobierno desprestigiado y que parece ir a ninguna parte.
El presidente Kuczynski
anunció la conformación de un Gabinete de reconciliación luego de presionar el
botón que volvió a polarizar el país. No contento con abrir una caja de pandora
con el indulto al dictador Alberto Fujimori, sacó de la manga una designación
oficial para el presente año como el “Año del diálogo y la reconciliación
nacional” que cayó como una broma de mal gusto entre sectores de la ciudadanía,
empezando por las víctimas de la dictadura. Cada vez está peor asesorado el
presidente Kuczynski. Llama año del diálogo después de no haber recibido ni
conversado con los familiares de los hombres y mujeres asesinados por la
dictadura fujimorista. Llama año del diálogo después que se conocen las versiones
de conversaciones que el presidente sostuvo con sus propios colaboradores como
Pedro Cateriano, periodistas como Gustavo Gorriti y sus propios ex
parlamentarios y les mintió sobre su decisión de indultar a Fujimori. Han
llamado mentiroso al presidente y el quiere dialogar ¿Quién podría creer en su
palabra?
Ha llamado a la
reconciliación el presidente, pero sus gestos son de afrenta. Su gobierno
insulta a la memoria de los peruanos y peruanas que sufrieron la dictadura. La
reconciliación en el Perú no puede suprimir la justicia. Habla de
reconciliación el presidente y sin embargo se atreve a desconocer una de las
recomendaciones de la Comisión de la Verdad y Reconciliación que en el literal f
menciona precisamente “exhortar a los poderes del Estado a no utilizar
discrecionalmente amnistías, indultos u otras gracias presidenciales, sino
dentro del estricto marco establecido por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos. La CVR ha sido y es contraria a todo tipo de perdón legal por medio
del cual se subordine la búsqueda de la verdad y la satisfacción de la justicia
a razones de Estado”.
Un gabinete sin brillo para un gobierno opaco
No hay un nuevo
gabinete para el gobierno. Kuczynski y Mercedes Aráoz se aferran a mantener con
vida un gobierno que está en cuidados intensivos y del que muy pocos quieren
formar parte ahora. De la promesa de un gabinete de lujo no queda casi nada y
el presidente ha tenido que apelar a amigos, incluido un ex militar
cuestionado, reacomodos que no tienen sentido como la designación de Cayetana
Aljovín, sin ninguna experiencia diplomática, en la cartera de Relaciones
Exteriores, un parlamentario oficialista que no tiene experiencia en desarrollo
social, un Ministro que fue ex presidente del Gobierno Regional de Amazonas con
denuncias de corrupción y de participación en el asesinato de su propio Vicepresidente,
dos apristas expulsados que le han
generado al gobierno una guerra declarada con el APRA anunciada por el propio
Mauricio Mulder, y la permanencia de tecnócratas con menores carteles que sus
antecesores.
En año y medio el
gobierno ha tenido 19 ministros y en este remachado gabinete 8 ministros nuevos
han jurado para ser parte del Gabinete Aráoz. La precariedad de este gobierno
se evidencia en la precariedad del Gabinete que ha sufrido los embates del
fujimorismo sin que el gobierno haya mostrado rebeldía frente al atropello
“mototaxista”. El gobierno está lejos de reconciliar el país, incluso está
lejos de reconciliarse él mismo con otras fuerzas políticas y mucho menos con
el país. Los únicos que le han mostrado gratitud es el llamado “pueblo
fujimorista” por la liberación del dictador; sin embargo, eso no significa que
el ala dura del keikismo no seguirá torpedeando desde el parlamento al gobierno
de PPK. Pese a ello no hay que olvidar que algo une al presidente con el
keikismo y el aprismo alanista: la necesidad de bloquear al Ministerio Público
en las investigaciones por el caso Odebrecht.
De Pedro Pablo
Kuczynski y de su gabinete de la reconciliación uno podría decir lo que
Mariátegui dijo una vez de Leguía y de su proyecto de la Patria Nueva: “Un
personal senil y claudicante” aquella vez, el Amauta definía al gobierno de
Leguía con estas palabras “No hay un solo hombre nuevo en el alto grupo del
gobierno. No hay ni una inteligencia joven ni una arrogancia primaveral.
Tampoco hay ímpetus de renovación” y esta no es otra cosa más que una
repetición perversa en nuestra historia Republicana.
Lo que se viene y lo que nos falta
Frente a un gobierno cada
vez más débil se abre un escenario de desconcierto. Ni el gobierno ni el
parlamento puede tener respuestas contundentes a la crisis de fondo que ha
tocado a nuestra República porque en ninguno de estos espacios de
representación política se pondrá en cuestionamiento la permanencia de la
República Empresarial que hemos heredado, ni podrían plantearse las políticas
que enfrenten problemas como el agrario que ha llevado a miles de productores y
productoras de papa a expresar su rechazo a la falta de atención que el Perú
tiene históricamente con los campesinos.
Las movilizaciones que
continuarán harán eco del descontento ciudadano por la inmoralidad de casi toda
nuestra clase política. Pero eso no será suficiente. El Perú urge de
inteligencias nuevas, de ímpetus renovados. El activismo de las calles es
valioso y hasta conmovedor, es creativo y permite movilizar la memoria,
devuelve a los jóvenes a la inquietud, pero no termina de ofrecer salidas a un
país que irremediablemente va camino a un periodo de inmovilismo.
A nivel nacional se
levantan las consignas de no reducir las movilizaciones a la exigencia de
revertir el indulto infame. Se exige también cuestionar y cambiar la
Constitución que ha mantenido vivo un sistema corrupto, neoliberal y de
privilegios. Se exigen nuevas elecciones generales en un año que ya tenemos a
la vista elecciones regionales y municipales. El futuro próximo del país se
debatirá entre los reacomodos de las fuerzas políticas en el país en un período
que irónicamente se ha llamado “Año del
miedo a las declaraciones de Jorge Barata”, que buscará darle al país una
salida sin mayores cambios en su estructura, con el peligro de un pacto de
impunidad y riesgos de búsqueda de sometimiento del Ministerio Público y el
Tribunal Constitucional, y que dependerá sobre todo de la actuación del
fujimorismo en este escenario; y por otro lado el grado de incidencia que alcancen
las movilizaciones a nivel nacional, es decir, si se desgastan con el paso de
los días o si llegan a poner en jaque no solo al gobierno, sino también al
parlamento.