Por: Henry Córdova Bran
El presidente
Ollanta Humala comenzó y terminó su discurso refiriéndose a la Gran
Transformación. Afirmó que se estaban sentando las bases para que esta sea
posible con miras al bicentenario de la República. Sin embargo aquella frase de
“en moral se juzga por las intenciones, en política se absuelve o se condena
por los hechos” conviene tenerla presente, ya que es el destino de todo un país
el que está en juego.
La frase corresponde
a Manuel González Prada, a quien nos hemos permitido citar nuevamente para
tener presente al gran maestro, especialmente para incitar la curiosidad de los
jóvenes por quien fuera guía de toda una generación a inicios del siglo XX.
El discurso
presidencial era sin duda el más esperado de los últimos años. Había muchas
cosas que explicar, dudas que absolver y anuncios sobre lo que vendrá que el
presidente debía esclarecer. Su primera apuesta fue por reengancharse con una
posición inicial suya que traía desde la campaña: “Hoy, luego de un año de
gestión, me reafirmo en lo medular de mi propuesta, y confirmo que hemos
comenzado a sentar las bases para la gran transformación que anhela la mayoría
de ciudadanos de nuestra patria”. Seguidamente dijo algo en lo que estamos
absolutamente de acuerdo “Todo comienzo es difícil, más aún cuando la saludable
ambición de querer hacer las cosas con celeridad y con resultados concretos en
el menor tiempo posible, no sintoniza con un marco institucional – nacional y
regional - aún endeble y que necesita urgentes mejoras”.
Aquí radica una de
las cuestiones centrales para entender este primer año de gobierno. Cuando la
efervescencia popular celebraba el triunfo del Ollanta Humala en junio del
2011, no se tuvo en cuenta que era solo un gobierno lo que se había ganado y
los resultados electorales no significaban, implícitamente, que las cosas en el
país cambiarían. La derecha es quien sabe perfectamente estas cosas. El poder
económico, derrotado y sintiendo amenazados sus intereses reagrupó sus fuerzas
y logró mantener a sus principales actores políticos dentro del Estado; más aún,
logró que sus actores políticos sean quienes manejen el Estado.
El primer gran error
del presidente fue Castilla, su Ministro de Economía. El segundo fue el
gabinete Valdez. El primero le significó al presidente quedarse anclado en la
continuidad de Toledo y García, el segundo el posicionamiento de la derecha
dura profujimorista. El poder de Castilla, sin embargo, es lo que ha marcado
durante este primer año el manejo del Estado, y si bien el ala dura de la
derecha ha retrocedido con el nuevo gabinete, el poder de Castilla se ha
afianzado ahora también hacia el Ministerio de Agricultura.
Nuevo Estado y nuevos actores señor presidente
El discurso
presidencial estuvo guiado por las políticas sociales del gobierno y ha tenido
un fuerte componente de lo rural. La finalidad ha sido mostrar un año de
trabajo encaminado a cumplir el compromiso de la inclusión social de los más
necesitados en las zonas más alejadas. En efecto, hay resultados en materia de
programas sociales que el Presidente enumeró en 13 de las 40 páginas que
contenían su discurso.
El hecho de que haya
sido el tema social lo principal en su discurso refleja la intención de no
querer alejarse o romper con el sector C y D de la sociedad peruana pues ese
bloque le da legitimidad a su gobierno, tal como lo mencionó Manuel Dammert en
la entrevista que publicamos hace algunas semanas. La inclusión social continúa
siendo una de las banderas del gobierno.
La hoja de ruta no
desestima la inclusión social. Pero la inclusión social y la hoja de ruta no
son, necesariamente, las bases para la Gran Transformación como parece que
quisiera convencernos el presidente. La inclusión social es lo que la derecha
le ha concedido al presidente a cambio de mantener intacta la estructura del
poder y el manejo económico del país.
La Gran
Transformación implica una lucha política en el país que cambie el Estado y sus
relaciones de poder. Es posible que al iniciar su gobierno el presidente haya
sentido que no tenía consigo las fuerzas políticas para esa lucha que lo iba a
enfrentar con la Derecha, el poder económico y los medios masivos de
comunicación. No confió en la izquierda y la izquierda se alejó de él, no
confió en su partido y su partido se ha ido debilitando y no confió en las
masas y su capacidad de movilización para defender el triunfo electoral que
también era suyo, y esa masa, ese movimiento social puede caer peligrosamente
en la decepción y en el descontento, tal como ha pasado en los últimos meses.
En su discurso el
presidente evitó referirse directamente a Conga y habló en general de una nueva
manera de lidiar con los conflictos socio ambientales. Para algunos analistas
eso fue lo correcto y para otros significa una grave omisión ya que, como se ha
dicho, Conga y los conflictos sociales han sido el principal problema del
presidente. Pero el problema del presidente no es Conga ni los demás conflictos
sociales, ellos son el resultado del problema de fondo y el problema de fondo
es la estructura del Estado y sus relaciones de poder. Cambiar eso no es tarea
sencilla, por el contrario es una tarea titánica para un país que ha hecho de
la injusticia social su derrotero en toda su historia republicana.
El segundo año del
gobierno se inicia con el tercer gabinete que ha reducido su perfil represivo
con la salida de Valdez. Sin embargo, a pesar de ser el tercer gabinete la
figura que no ha cambiado es la del Ministro de Economía ni la política que él
encarna. Aún así la presión que el gobierno y el presidente tienen frente a la
promesa de la Gran Transformación empuja a que se generen luchas internas como
en todo proceso de cambio. El anuncio de reformar el SNIP, “matar el viejo
SNIP”, como ha dicho el presidente es prueba de ello.
El presidente Humala
culminó su discurso citando a Jorge Basadre y convocó a los peruanos a unirse
en torno a la Gran Transformación apuntando al bicentenario. También se ha
referido a la “compleja gobernabilidad democrática” que hay en el país. En esto
estamos de acuerdo, pero reafirmamos que no será posible ninguna Gran
Transformación con el viejo Estado. La pregunta que se nos plantea en el inicio
de este segundo año es si el presidente tendrá el liderazgo político que se
requiere para esa Gran Transformación y si la clase política progresista del
país está a la altura de esta tarea.
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