Una de las citas más
utilizadas por Noam Chomsky, es la referida a la que escribió alguna vez el
eminente filósofo estadounidense Jhon Dewey “la política es la sombra que los
grandes negocios arrojan sobre la sociedad” y ésta puede ser una certeza que
nos ayude a entender, o por lo menos a analizar, nuestra realidad nacional.
En Lima, el lunes 22
de julio alrededor de las 10 de la noche, mientras corría por la Av. Abancay
para escapar del gas lacrimógeno que la policía arrojaba sobre los
manifestantes que protestaban por los últimos acontecimientos políticos, un
joven de aproximadamente 20 años alcanzó a decirme: “no es justo hermano, yo me
rajé la garganta en las plazas y en la universidad para que Ollanta sea
gobierno, hasta fui miembro de mesa y ahora me hacen tragar gas…”
En efecto, la mayor
parte de los manifestantes, jóvenes en su mayoría, masticaban rabiosamente su
desencanto, sus esperanzas puestas en la renovación de un país que les enrostra
el crecimiento y patea desigualdades. No era esta movilización como las que se
dieron para derribar al dictador Alberto Fujimori, ni las jornadas contra el
aprismo y la política del perro del hortelano. Ésta era más bien una
movilización de desencanto, del joven que se siente traicionado por la política
–por los políticos- del que aspira a un país más justo, sea lo que sea que eso
signifique, y siente, luego, que todo sigue igual, que el gobierno y el país
mantienen el tufillo del continuismo. El sentimiento, de quienes así se han
sentido, es legítimo; pero es necesario apuntar algunas cosas.
No todo en la
movilización ha sido desencanto legítimo. Hay mucho de oportunismo. El aprismo
reclamando moralidad y el fujimorismo reclamando respeto a las instituciones es
una ironía que linda con el cinismo. Sin embargo, fue interesante notar que la
juventud deslindaba, en medio de la manifestación, con ambos grupos, incluidos
los escasos “PPKausas” que llegaron a la plaza San Martín.
Hasta aquí una rápida
crónica de lo que fue esa noche del 22 de julio. Ahora conviene reflexionar
sobre las razones que nos deben explicar cómo llegamos a este punto. ¿Qué sigue
pasando en este país luego de 192 años de vida republicana? Procuraré aterrizar
en algunas respuestas.
Gobierno y Poder
El descontento
siempre tiene un origen en la frustración. La última contienda electoral fue
quizás la más intensa de los últimos 30 años. Y la sociedad se volcó a
participar políticamente, tomando partido por una corriente –continuista- o por
otra –de la transformación, del cambio.
Sabemos los
resultados. Ollanta Humala ganó porque casi el 32% de la sociedad peruana
anhela un cambio rotundo de modelo económico y de sistema. Y ganó porque, otro
20% más de nuestra sociedad rechazó el fujimorismo y todo lo que representaba y
sigue representando. Bajo los conceptos y los principios de la transformación y
la decencia política se iniciaba el gobierno de Ollanta Humala el 2011, y esa
era ya de por sí una esperanza de un manejo distinto del país. Pero hay un
factor en la ecuación que tiene un peso mayor, y ese factor es el poder.
El gobierno
administra un Estado. Pero el poder es una superestructura que está por encima.
Es necesario apuntar esta cuestión con claridad. El poder económico, que optó
políticamente por la candidatura de Fujimori, al ver la derrota política que
había sufrido, enfiló sus baterías para contrarrestar inmediatamente esa derrota,
y allí estuvieron los grandes medios de comunicación para cumplir su tarea. La
expansión del miedo frente a la posible Gran Transformación hizo retroceder la
reciente victoria política y la aseguración del Statu Quo fue casi inmediata.
Para eso se puso al Ministro Castilla. El poder que Castilla ha logrado en el
ejecutivo explica los continuos reveses del presidente en temas como REPSOL o
en política exterior.
Y es que el gobierno
comenzó con una carga pesada, una insuficiente correlación de fuerzas para
implementar las reformas necesarias para transformar un Estado y un País como
el Perú. La configuración política del parlamento es la muestra más clara de
ello. Y la política de alianzas a la que se vio obligado el gobierno ha
degenerado en una crisis política que volcó a las calles a miles de peruanos
que frente al continuismo reaccionan. En este contexto, viene a colación la
frase de John Dewey; el poder económico ha mantenido su Statu Quo y arroja
sobre nosotros la sombra de la política como elemento distractor.
Y es que para La Gran
Transformación de la que tanto hablamos no era suficiente con ganar un
gobierno, es necesario discutir el poder que sostiene las desigualdades y las
injusticias. Porque las buenas intenciones no bastan cuando el poder económico
amarra hasta el mínimo intento de reforma que atente contra sus intereses de
clase y de élite y presiona y usa los medios para universalizar el miedo a lo
“políticamente incorrecto”.
En el Perú es
necesario desentrañar estas cuestiones porque implican una necesidad histórica.
192 años después y todavía no nos reconocemos como una verdadera República
¿Cómo podemos serlo si la televisión nos educa mucho más que los libros?
La Gran
Transformación requiere también de una sociedad transformada, políticamente
educada, que pase de la movilización y la mera agitación a discutir
políticamente algo elemental que apuntaba Carlos Monsiváis cuando reflexionaba
sobre el Bicentenario en Latinoamérica “El tema primero y último de las
naciones latinoamericanas, el secreto a la luz del día, es la hondura de la
desigualdad social”.
Creo que en el
gobierno de Ollanta Humala, más allá de los avances y retrocesos y las
contradicciones desatadas a raíz de la promesa de la Gran Trasformación y la
conquista del gobierno nacional de un proyecto político que estaba basado en
movimientos populares, progresistas y de izquierda; creo que este gobierno
presenta para la política la oportunidad de ver, con más claridad, la discusión
entre gobierno y poder. Ya no basta con preguntarnos qué gobierno queremos,
hace falta avanzar más allá, ponerlo en debate todo, hasta la democracia
liberal, hasta el poder mismo. Entonces las movilizaciones no sólo serán
coyunturales o moralistas sino que tendrán como fondo el debate de la discusión
por el Perú y su promesa pendiente.
Amor es grande el esfuerzo que haces con lo que escribes, sabes que me siento Orgullosa de ti!, y te acompaño en esta lucha!
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