Por: Henry Córdova Bran
El
Gobierno de Ollanta Humala ha dado un paso más en su distanciamiento con el
pueblo que lo eligió y con el programa de gobierno por el que fue elegido. La
promulgación de la “Ley N° 30288 que promueve el acceso de jóvenes al mercado
laboral y a la protección social” es
parte de una serie de medidas económicas que nada tienen que ver con la “Gran Transformación”
o la “hoja de ruta”, sino con una agresiva ofensiva de las recetas más duras
del neoliberalismo y la política económica iniciada en el primer gobierno de
Fujimori.
Vayamos por partes y
revisemos por qué el gobierno da esta Ley y la defiende tanto.
El
Capitalismo Salvaje y la presión de la CONFIEP
Ya hemos afirmado en más de
un artículo anterior que el gobierno que prometió cambiar el rumbo del país
desistió en sus intenciones frente a, vaya uno a saber, presiones o amenazas de
inestabilidad económica, política y social del ala más dura de derecha peruana.
Para esto la derecha tiene el poder económico y el aparato mediático a su
disposición.
Pero la derecha sacó
lecciones del 2011, sabe que en el Perú hay una acumulación de fuerzas
sociales, que, aunque dispersas, son capaces de arrebatarles una contienda
electoral. No están dispuestos a correr ese riesgo otra vez, el fantasma de la “Gran Transformación” les acecha, “la Promesa Peruana Pendiente” les suena mal. Y aunque todo apunta
a que en las elecciones del 2016 la derecha tiene la mesa servida, saben que en
el Perú, al que Hildebrandt llamó “una exquisitez para los sociólogos”,
cualquier cosa puede pasar.
A esto obedece una ofensiva
radical de la derecha económica peruana desatada en el 2014. Cuatro paquetes
económicos en un año, medidas para reactivar la economía con las recetas más
duras del manual del neoliberalismo, no importa si implica ataques contra los
cuidados medioambientales, contra el patrimonio histórico, contra la salud,
mucho menos contra los derechos de los trabajadores; capitalismo salvaje,
receta única y santificada por Castilla primero y por Segura después.
Y al cerrar el año en una
operación maratónica, el MEF envía este proyecto de Ley, lo discuten con una
celeridad pocas veces vista entre las comisiones de Economía y de Trabajo del
Congreso de la República y el Pleno con la “eficiencia” acostumbrada lo
aprueba. Finalmente el presidente firma la Ley y la Promulga, todo en tiempo
record. En diferentes debates acerca de la Ley se ha dicho que quien más gana
con este régimen es el empleador, el empresario, en desmérito del trabajador,
primero, a quienes les anula derechos laborales (si son jóvenes de 18 a 24
años) y los entrega a una competencia diferenciada y en desventaja dado su
precio más elevado por su fuerza de trabajo (para quienes tienen 25 años a
más); y en desmérito también del Estado que asume costos que afectarán al
fisco. Es válido preguntarnos entonces si tanta celeridad en la aprobación de
la Ley se debe a una presión del sector empresarial por tener mejores
condiciones de inversión.
El fundamento de la Ley
responde a la lógica neoliberal de cómo enfrentar los periodos de crisis en una
economía. Aun cuando la crisis es provocada por el propio modelo económico, es
decir el capitalismo. Según esa lógica, para reactivar la economía se deben
reducir los costos laborales y otras trabas a la inversión. Lo que está haciendo
el gobierno es darle la razón a esta lógica y la está respaldando con una serie
de medidas económicas entre las que se encuentra esta Ley.
¿Por
qué oponerse a esta Ley?
En principio porque es una
receta que no cura al enfermo (la economía) sino que favorece al vendedor del
medicamento (la clase empresarial) a costa de los trabajadores y del propio
Estado, como hemos dicho. Por otra parte no podemos permitir, como sociedad,
aceptar que el Estado legalice un régimen de trabajo sin beneficios laborales, que
ya existe en el mercado informal, bajo
la excusa que de esta manera se reducirá la informalidad en el país,
cosa que ha sido desmentida por economistas como Jorge Gonzáles Izquierdo,
refiriéndose a medidas similares que se dieron en los gobiernos de Toledo y
García (que por cierto se suman ahora al carro de la protesta junto con otros
políticos de derecha como PPK o Keiko y que sin embargo harían esto y más con
los derechos de los trabajadores); y que los resultados muestran que no se
produce un efecto en la reducción de la informalidad.
Finalmente no podemos
permitir que el Estado de esta clase de mensajes a nuestros jóvenes, es como
decirles que para solucionar las fallas del modelo económico deben aceptar el
sacrificio de relegar sus derechos laborales y aceptar que se les hace un favor
al pretender emplearlos de esta manera. La economía debe buscar otras
alternativas para solucionar las fallas del modelo económico actual y ese reto
debe ser asumido precisamente por esta generación que frente a la protesta por
sus derechos dé el salto a debatir los cimientos de este modelo y cuestionarlo
para presentar una propuesta alternativa.
Pareciera que la
derecha peruana quiere, a puertas de nuevas contiendas electorales,
desmoralizar a los sectores sociales. Y nada desmoraliza más a los trabajadores
que el trabajo precario. En su libro “El Horror Económico” Viviane Forrester
analiza como el modelo económico condena a millones de personas al desempleo y
advierte que el poder económico busca crear una sensación de resignación en los
trabajadores al avergonzarse de su condición con el fin de aceptar luego
cualquier tipo de régimen laboral “Porque nada debilita ni paraliza tanto como
la vergüenza. Ella altera al individuo hasta la raíz, agota las energías, admite
cualquier despojo, convierte a quienes la sufren en presa de otros; de ahí el
interés del poder en recurrir a ella e imponerla. La vergüenza permite imponer
la ley sin hallar oposición y violarla sin temer la protesta. Genera el impasse, paraliza cualquier resistencia,
impide rechazar, desmitificar, enfrentar la situación. Distrae de todo aquello
que permitiría rechazar el oprobio y exigir un ajuste de cuentas político con
el presente. Más aún, permite explotar esta resignación así como el pánico virulento
que ella misma ayuda a crear” sentencia Forrester. Afortunadamente los jóvenes
no parecen resignarse, todo lo contrario, se movilizan y se organizan y quizás
algo bueno estemos sacando de todo esto, ver toda una generación buscando
conquistar el cielo y las estrellas por asalto.
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