Por: Henry
Córdova Bran
Tras la renuncia de César Villanueva a su
cargo de Primer Ministro de Estado, queda claro que el Ministro de Economía,
Miguel Castilla, sabía lo que hacía cuando salió a declarar públicamente que un
aumento del salario mínimo no era parte de la agenda gubernamental, dejando sin
piso a Villanueva. No era, pues, una simple declaración. Era una demostración
pública de su poder.
En un
artículo que escribí con ocasión del primer año del actual gobierno, afirmaba
que el primer error del presidente Humala había sido el nombramiento de Miguel
Castilla al frente del MEF. Castilla, que es un economista convencido del
neoliberalismo más duro, contrasta con el proyecto político que llevó a Humala
a ganar las elecciones del 2011. De tal manera que era previsible que cualquier
intento de acción, política pública o reforma que se intentara realizar en la
línea de la Gran Transformación sería resistida por el titular del MEF.
En efecto,
a lo largo de los casi tres años de gobierno iniciativas planteadas por Humala
como la compra de REPSOL, la modernización de la Refinería de Talara, el
proyecto del polo petroquímico del sur, entre otros, han sido bloqueados o
retrasados por el MEF. Si hacemos ejercicio de memoria, en cada una de estas
acciones propuestas por Humala, Castilla encendió las alarmas y de inmediato se
activaron los operadores de la CONFIEP, la Sociedad Nacional de Industrias y de
los grandes medios de comunicación. Todos ellos, se sabe, hablan el mismo
idioma y han conseguido, además, que la primera dama se sume a su coro
colectivo. Si Castilla se siente tan poderoso es porque sabe que cuenta con el
respaldo del poder económico, de los grandes medios y de la esposa misma del
presidente. Humala nunca tuvo la fuerza personal ni política para sobreponerse
a su empoderado Ministro de Economía.
La crisis del gabinete Villanueva
César
Villanueva fue el cuarto Premier del gobierno de Humala. De él se podría decir
que se fue sin haber llegado nunca. Hay quienes dicen que su renuncia fue un
acto de dignidad frente al atropello y maltrato público que le hicieron sentir
la primera dama y el titular del MEF. Pero su renuncia era en realidad el único
camino posible a seguir. La dignidad como Premier y sobre todo el respeto al
interior del gabinete ya los había perdido, si es que los tuvo alguna vez. Y es
que nunca pudo poner en práctica una agenda propia y nunca contó con un equipo
de Ministros que lo acompañen en esa agenda. Villanueva vino precedido de su
éxito al frente del Gobierno Regional de San Martín. Una de sus banderas era
reimpulsar la descentralización; sin embargo, se chocó con la misma pared con
la que Humala ya se había chocado antes. A Castilla le interesa la
descentralización tanto como pueda interesarle la condición salarial de la
clase trabajadora, es decir poco o nada.
Precisamente
el tema salarial fue lo que precipitó la salida de Villanueva. En primer lugar,
como ha referido el periodista Ricardo Uceda en un informe sobre “los últimos
días de Villanueva” al parecer el Premier fue sorprendido con el tema del
aumento de sueldos para los Ministros de Estado, ya que su posición era que el
aumento debería darse sólo si se compensaba también a otros sectores de la
sociedad como policías, médicos y maestros. Como sabemos, la propuesta que
primó fue la del aumento para los altos funcionarios, que era la propuesta de
Castilla. En ese entonces Villanueva ya manejaba su renuncia consciente de su
escaso poder en el gabinete en relación con el poder que ostenta Castilla.
La gota
que derramó el vaso fue el tema del aumento del salario mínimo. Villanueva, que
había afirmado que este aumento se estaba discutiendo en el ejecutivo y con el
Ministro de Economía, fue desmentido públicamente por la primera dama, Nadine
Heredia, primero y por el titular del MEF el domingo último. Lo mejor de la
gestión de Villanueva vino al final al no doblegarse ante Castilla y defender
la necesidad de discutir el aumento del salario mínimo, que es, por lo demás,
un compromiso asumido por el gobierno y que según economistas ajenos a la
influencia de Castilla y de la CONFIEP, es perfectamente viable. Es
recomendable, por ejemplo, el artículo que Humberto Campodónico publicó al
respecto.
En el
medio de esta crisis resalta que no hayamos mencionado lo que el presidente
Humala dijo al respecto. Y es que sencillamente dijo poco o nada y más bien
puso distancia –estaba de gira en el oriente próximo- y guardó silencio
después. No defendió a su Primer Ministro ni desautorizó a la primera dama –por
seguir opinando sobre asuntos gubernamentales- ni mucho menos desautorizó al
Ministro Castilla por su actitud bastante insolente de exponer públicamente la
autoridad del Primer Ministro. Humala sencillamente guardó silencio, aceptó la
renuncia de Villanueva, juramentó a su quinto gabinete –con Castilla ratificado
y más empoderado que nunca- y sonrió para la foto.
Institucionalidad quebrada
En este
Perú, donde a nuestra clase política, los grandes medios de comunicación, la
CONFIEP y compañía les encantan dar lecciones de democracia y de respeto a las
instituciones, se ha quebrado la institucionalidad del gabinete ministerial.
Ante la renuncia de Villanueva después de tamaño maltrato recibido la pregunta
era ¿Quién va a ser lo suficientemente valiente o ingenuo para aceptar el cargo
de Primer Ministro? La única posibilidad era que sea alguien de la casa. Tras
barajarse el nombre del ex presidente del Congreso, Víctor Isla, finalmente se
decidió por el hasta entonces Ministro de Vivienda René Cornejo.
René
Cornejo estuvo a cargo del Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento
desde el primer día del gobierno de Ollanta Humala, al igual que Castilla a
cargo del MEF. El hecho de haberse mantenido durante todo este tiempo responde
a su cercana amistad con la pareja presidencial y a que no difiere en lo
fundamental con el pensamiento de Castilla. El poder de Castilla ya no sólo
alcanza a los Ministros que le son cercanos, ahora alcanza también al mismísimo
Primer Ministro. Humala ha perdido –si es que aún pensaba en tenerla- toda
posibilidad de maniobra política que contrapese el poder de Castilla. El hombre
fuerte del MEF, qué duda cabe, se ha erigido ahora públicamente como el poder
delante de la sombra. De esa sombra que alguna vez fue Ollanta Humala y su
proyecto (promesa) de la Gran Transformación.