Por: Henry
Córdova Bran
Desde la lectura del fallo de la Haya el
pasado 27 de enero han pasado ya algunas lunas y mucho se ha dicho de un lado y
de otro. En el Perú la resolución dada por los Magistrados de la Haya ha sido
catalogado como “triunfo histórico” y hasta se ha pedido dar vuelta a la página
y pensar en un futuro común. ¿De verdad ganamos en La Haya, o es un capítulo
más de nuestra historia en la que tenemos que corroborar nuestro débil peso
como país en la escena internacional?
La casi
totalidad de la clase política peruana ha calificado la sentencia dada por los
magistrados de La Haya como un triunfo para el Perú al incrementar 50mil Km2 de
espacio marítimo a nuestro mar. Y esta ha sido la conclusión asumida en el
país. Si es así, ¿estamos realmente frente a un triunfo como para celebrar?
Vayamos
por partes. Los titulares del día martes 28 hicieron eco del triunfalismo
peruano en su interpretación del fallo de La Haya y en su mayoría repitieron el
argumento de que el Perú había ganado, tras el fallo judicial internacional,
50mil Km2 de espacio marítimo que antes estaban bajo dominio chileno. Bajo esta
interpretación es imposible no sentirse ganador. Haciendo un acercamiento a los
titulares de los principales diarios resulta interesante detenerse en el del
diario La República que no utilizó la palabra “ganamos” sino que más bien
utilizó el término “recuperamos”, es así que el titular decía “Recuperamos 50
mil Km2 del mar de Grau”. Es importante hacer notar esta salvedad porque de eso
se trataba la demanda interpuesta por el Perú a Chile ante la Corte
Internacional de Justicia de La Haya, de recuperar espacio marítimo que, bajo
la tesis peruana, era ocupada por el país sureño y que afectaba lo que por
derecho le correspondía al Perú.
Y no se
puede hablar de un derecho a medias o un derecho recortado. El presidente
Humala ha dicho que el fallo ha reconocido la demanda peruana en un 70%, lo que
se traduce en otras palabras es que lo que se obtuvo en La Haya es un derecho
recortado. Y para nuestro país, como casi siempre nos ha ocurrido en nuestra
mutilada historia republicana, el derecho se ha recortado por el lado más
sensible. Como bien lo ha resumido el periodista Raúl Wiener en su columna del
martes 28 “el derecho, una vez más, ha evidenciado que no es equivalente a la
justicia” en la medida que el fallo no reconoció toda la demanda peruana para
recuperar espacio marítimo que por derecho le pertenecía.
Errores Históricos
Para
entender porqué el fallo de La Haya no reconoció el conjunto de la tesis
peruana para fijar la delimitación marítima, es necesario remontarse a la
historia, esa historia que en el Perú estamos tan acostumbrados a encerrar en
enormes anaqueles de oscuros sótanos, para no verla, para no recordarla, para
no vernos reflejados en ella. La historia de nuestra clase política dirigente,
esa que González Prada atacó enérgicamente, está llena de una actitud
entreguista y dócil. Es necesario recordar, tal como se narra en el libro
Historia de la Corrupción en el Perú, que incluso en 1881 cuando el presidente
provisional del Perú bajo la ocupación chilena, Francisco García Calderón,
pugnaba por defender con dignidad e inteligencia los intereses peruanos al
“usar su precaria posición para desarrollar una estrategia inteligente de
rechazo a las concesiones territoriales
a Chile, unir a los jefes políticos peruanos y ganar el respaldo diplomático de
los Estados Unidos” éste esfuerzo no prosperó. Lo que sí ocurrió fue la firma
del Tratado de Paz de Ancón de 1883, durante el gobierno del general Miguel
Iglesias, impuesto por el propio Chile para salvaguarda de sus intereses. El
mismo libro citado afirma que “El Tratado de Ancón habría significado el
suicidio político de cualquier líder que hubiese aceptado firmarlo. El movimiento
de Iglesias, asistido por los seguidores de Piérola, fue un chivo expiatorio
conveniente que rubricó la pérdida de las provincias de Iquique y Tarapacá, así
como el cautiverio temporal de Tacna y Arica”.
Ya en el
siglo XX la sorprendente docilidad de la clase política peruana para afrontar
los temas limítrofes –y no sólo con el vecino del sur- continuaron reflejándose.
La debilidad para implementar el tratado de 1929, que ahora la defensa peruana
usaba para sustentar su tesis, y la posterior y continua permisividad de los
gobernantes peruanos hacia Chile para que ejerza una soberanía práctica sobre
el territorio marítimo que luego se puso en disputa en La Haya, dieron
argumentos a Chile para reclamar como realmente suyo el mar que paulatinamente
fueron ocupando a lo largo de casi 50 años. Pese a que esta era una zona sin
delimitar, según la tesis peruana, también es cierto que el Perú no hizo mucho
a lo largo de estas décadas para evitar que Chile se sienta dueño de este
espacio marítimo.
Así la
firmeza con que el equipo peruano planteó los argumentos de su tesis se veía
contrastada con su propia historia de debilidad y permisividad. Para decirlo en
un lenguaje futbolístico que tan bien entendemos, nos habíamos hecho algunos
autogoles antes de iniciar el partido.
Vasos Medios Llenos y Medios Vacíos
La lectura
del fallo de La Haya dejó en claro, contrariamente a lo que se pensaba en los
días previos, que la sentencia no fue un “todo y nada” no hubo un ganador
absoluto ni un perdedor absoluto. Las reacciones posteriores en ambos países
han procurado hacer notar a sus respectivos pueblos que la sentencia les ha
sido favorable. En el Perú el presidente
Humala afirmó que la sentencia de la Haya ha reconocido el 70% de la demanda
peruana y que se ha anexado 50mil Km2 de mar a nuestra soberanía. Esta lectura
de la sentencia ha sido respaldada y difundida.
Por el
lado chileno, pese a que el presidente Sebastián Piñera consideró como “una
lamentable pérdida para Chile” que la sentencia establezca a favor de Perú una
cesión de la zona económica exclusiva comprendida entre las 80 y las 200
millas, también se ha afirmado que el fallo de la Corte Internacional de
Justicia de La Haya “ha confirmado en lo sustancial los argumentos de la
posición chilena”. Piñera afirmó que “el fallo confirma que Chile mantiene la
casi totalidad de sus derechos de pesca y totalmente los de nuestros pescadores
artesanales. Esto sin duda nos alegra”. El
agente chileno ante La Haya, Van Claveren, afirmó que “nuestro mar, el mar
territorial de Arica quedó plenamente resguardado, toda el área pesquera, el
área donde Chile tiene historia pesquera, pescadores artesanales, pescadores
industriales, ha quedado también resguardado el frente marítimo de Arica e
Iquique”. Asimismo, algunos de los principales medios de comunicación chilenos
titularon en sus respectivas ediciones frases como: “Corte ratifica límites de
Chile pero reduce su zona económica exclusiva”. Para Chile es un triunfo que el
fallo de la Corte haya definido como punto de inicio para la frontera marítima
el paralelo que cruza el Hito N° 1 y no el Punto de la Concordia como había
demandado el Perú. Este es uno de los aspectos más importantes para Chile al
punto que llegaron a afirmar que esta manera de interpretar el fallo extiende
su dominio en el triángulo terrestre. Ésta es su manera de ver el vaso medio
lleno. Para el Perú en cambio esta es la otra cara de la moneda. Es el vaso
medio vacío, porque al fallar así la Corte ha significado para el Perú la
imposibilidad de recuperar una parte del mar importantísima por su inmensa
riqueza ictiológica y lo que es más lamentable, deja a los pescadores de Tacna
sin su derecho a contar con el mar que les tendría que pertenecer por derecho y
por justicia. Por este hecho, los pescadores en Tacna han afirmado que “en
verdad hemos perdido y por goleada”.
Lo cierto
es que la sentencia ha sido definitiva y ambas partes tendrán que acatarla,
guste del todo o no. Ya no vale llorar sobre la leche derramada de lo que pudo
recuperarse y no se logró. Pero también es cierto que como hecho histórico el
Perú ha recuperado por la vía del Derecho Internacional parte de lo que nos
quitado por la vía de la fuerza y que más allá de las rimbombantes
celebraciones, debe servirnos para no olvidar lo que es nuestra historia en su
conjunto para no repetir viejos errores que de cara al Bicentenario siguen
pesando en nuestra conciencia nacional.
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