Por: Henry Córdova Bran
La Revolución Industrial (1780) marca el inicio del capitalismo industrial como sistema de generación de riqueza. La velocidad a la que se ha desarrollado y expandido en los últimos dos siglos es impresionante. Sin embargo la riqueza que ha generado se concentra en unos pocos y ha obligado a una explotación desmedida de los recursos del planeta. Los resultados son una brecha inmensa de desigualdad y un proceso irreversible de calentamiento global que parece conducirnos a un camino sin retorno.
La lógica del capitalismo en ese sentido es perversa. Para decirlo con palabras sencillas, el modelo de producción de la riqueza que el capitalismo viene generando durante los últimos 231 años nos está costando, no sólo que unos cuántos accedan a más beneficios socioeconómicos que otros que son la mayoría, sino que nos está costando a todos como especie humana el hábitat donde vivimos: Nuestro planeta tierra.
Pero a pesar que esto pueda ser dicho con palabras sencillas, el asunto y el problema en sí no lo son en absoluto. Durante el siglo XIX y el XX las críticas al capitalismo se centraban en su carácter injusto de dominación de una clase (burguesa o de los dueños de la riqueza) sobre otra (el proletariado, obreros dueños de su fuerza de trabajo) el Marxismo y los marxistas debatieron las fallas estructurales de la economía capitalista como generadora de fuertes crisis económicas como las que efectivamente se han venido ocasionando, con más intensidad durante el último siglo. Ahora mismo seguimos en medio de la última crisis. Pero a finales del siglo XX y en lo que llevamos del XXI esta crítica se ha extendido de lo meramente económico a una amenaza mayor: el fin del planeta tal y como lo hemos conocido.
LA REALIDAD PRESENTE DEL CALENTAMIENTO GLOBAL
En el año 2009, la siempre bien informada revista de análisis Bajo La Lupa dedicó por completo su N° 14 al tema del calentamiento global. En ella se consignan cifras que lanzan, una vez más, la alerta sobre la dimensión real del problema que enfrentamos. Aunque de alguna manera u otra todos somos afectados por el cambio climático, en el mundo hay más de 325 millones de personas que vienen sufriendo directamente los estragos que se están viviendo en diferentes partes del orbe. Pero la gran mayoría de los afectados viven en las regiones más pobres como el África o Latinoamérica.
En los últimos años hemos visto como dentro y fuera del país cada vez son más comunes los desastres producidos por la acción de la naturaleza. Terremotos, maremotos, huracanes, olas de calor o de frio, han castigado poblaciones enteras y han producido miles de muertes más de las registradas en décadas pasadas por fenómenos similares. Sólo en Europa, según un estudio publicado en enero del 2011 por la Agencia Europea del Medio Ambiente, las muertes por desastres naturales y accidentes tecnológicos se incrementaron entre 1998 y el 2009 en la Unión Europea, causando más de 100.000 muertos y afectando a 11 de millones de personas.
Por otro lado el Centro de Investigación sobre la Epidemiología de los Desastres (CRED) afirma que en los últimos 10 años se registraron en el mundo 3 852 desastres que cobraron la vida de más de 780 000 personas y afectaron a más de 2 millones de hombres y mujeres. Lo paradójico es que más del 90% de afectados por estos hechos son pobres, ciudadanos de países del tercer mundo y que no tienen mayor responsabilidad en haber conducido al planeta a un punto tan álgido de su equilibrio ambiental.
Y es que los que menos tienen son los que menos pueden hacerle frente a las consecuencias del cambio climático. La lógica perversa del capitalismo también está presente en la relación inversamente proporcional de que los países que más contaminan el mundo sufren menos los estragos de sus consecuencias, y quienes no suman mayor porcentaje en la emisión de gases de de efecto invernadero, principal responsable del calentamiento global, llegan a perder todo lo que tienen cuando un fenómeno de mayor impacto les llega.
Lo que preocupa a la comunidad científica internacional es que todas estas anomalías en el clima del planeta se han producido cuando el nivel de crecimiento de la temperatura del planeta es menor de 1ºC, sin embargo, como afirma el informe Stern, encargado por el gobierno del Reino Unido, “el ritmo anual de emisiones se está acelerando” con el riesgo de que al 2035 “la temperatura media global experimente un aumento superior a 2ºC". Si esto continúa así la geografía física de La Tierra cambiará considerablemente así como la vida misma de los seres humanos y demás especies que la habitan.
UN MODELO QUE NO APUNTA AL DESARROLLO
El problema sustancial del capitalismo es que su desarrollo se centra en la acumulación y el consumo. Para ello el nivel de producción es cada vez más alto, lo que se denomina producción en masa. Para mantener el ritmo de producción que el capitalismo requiere, las grandes industrias no han reparado en hacer un uso desmedido de los recursos naturales o atentar contra ellos. El crecimiento del gran capital condena al futuro del planeta y de los seres humanos a una carencia de recursos necesarios para su subsistencia.
En el año 2006 el gobierno del Reino Unido publicó un informe que fue encargado al economista Sir Nicholas Stern, conocido como el informe Stern, trataba de analizar los impactos que el cambio climático iba a producir en la economía del mundo capitalista. Las conclusiones del informe son claras en afirmar que el cambio climático afectará la actividad económica de la agricultura, actividad que sostiene y da empleo a la mayor cantidad de personas en el mundo, en especial en países subdesarrollados. Por eso en el informe se precisa que “las repercusiones del cambio climático no se distribuirán equitativamente, siendo los países y las poblaciones más pobres los que sufrirán las consecuencias antes y con mayor intensidad. En el supuesto que esta previsión se convierta en realidad, será demasiado tarde para dar marcha atrás. Esto nos obliga, pues, a mirar hacia el futuro”.
En países en vías de desarrollo –como es nuestro caso- Stern afirma que “el cambio climático reducirá los ingresos y aumentará los gastos, empeorando así las finanzas públicas”. El informe en general tiene como fin buscar como reducir los impactos en la economía para mantener el capitalismo. A Occidente le preocupa cuánto afectará en sus economías los daños que ellos mismos han producido. Stern dice que el sistema debe invertir en reducir el cambio climático para que el coste sea menor al que sería de no hacer nada. Es decir, el punto de vista sigue siendo el de la utilidad y no centrado en el ser humano y en el planeta en sí, que es a la larga lo que nos estamos jugando. A pesar de esto el gran capital y los países desarrollados no hacen grandes esfuerzos por revertir esta situación, incluso en el gobierno de Bush, los EEUU se negaron a ratificar el protocolo de Kyoto para la reducción de gases de efecto invernadero, porque, a decir de Bush “afectaba la economía de las industrias norteamericanas”. Sacrificar el planeta por el mantenimiento del gran capital es radicalmente perverso.
Frente a esta ilógica del desarrollo se presentan otras alternativas que sostienen que es necesario cambiar el modelo de desarrollo por uno basado en la armonía entre el hombre y la naturaleza. Esta alternativa se viene impulsando desde los países del tercer mundo y que tienen pueblos originarios con tradiciones muy fuertes de relaciones de respeto hacia la naturaleza.
Lo que es claro es que se necesitan acciones inmediatas, y que desde el capitalismo y el norte industrializado no se ve mayor intención de implementar estas acciones, prueba de ello es lo improductiva que resultó la Cumbre de Copenhague en el 2009.
tienes toda la razon el capitalismo como ege central del consumismo cada dia se canibalisa mas y mas
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