Este blog es un esfuerzo por contribuir en la difusión de información, artículos de opinión y demás géneros periodísticos que muchas veces no se muestran en los medios de comunicación oficiales. El nombre La Acción Escrita es tomado de un libro de Genaro Carnero checa acerca del periodsimo de José Carlos Mariátegui.

jueves, 1 de agosto de 2013

A 192 años de un grito libertador REFLEXIONES SOBRE EL GOBIERNO Y EL PODER

Por Henry Córdova Bran

Una de las citas más utilizadas por Noam Chomsky, es la referida a la que escribió alguna vez el eminente filósofo estadounidense Jhon Dewey “la política es la sombra que los grandes negocios arrojan sobre la sociedad” y ésta puede ser una certeza que nos ayude a entender, o por lo menos a analizar, nuestra realidad nacional.

En Lima, el lunes 22 de julio alrededor de las 10 de la noche, mientras corría por la Av. Abancay para escapar del gas lacrimógeno que la policía arrojaba sobre los manifestantes que protestaban por los últimos acontecimientos políticos, un joven de aproximadamente 20 años alcanzó a decirme: “no es justo hermano, yo me rajé la garganta en las plazas y en la universidad para que Ollanta sea gobierno, hasta fui miembro de mesa y ahora me hacen tragar gas…”

En efecto, la mayor parte de los manifestantes, jóvenes en su mayoría, masticaban rabiosamente su desencanto, sus esperanzas puestas en la renovación de un país que les enrostra el crecimiento y patea desigualdades. No era esta movilización como las que se dieron para derribar al dictador Alberto Fujimori, ni las jornadas contra el aprismo y la política del perro del hortelano. Ésta era más bien una movilización de desencanto, del joven que se siente traicionado por la política –por los políticos- del que aspira a un país más justo, sea lo que sea que eso signifique, y siente, luego, que todo sigue igual, que el gobierno y el país mantienen el tufillo del continuismo. El sentimiento, de quienes así se han sentido, es legítimo; pero es necesario apuntar algunas cosas.

No todo en la movilización ha sido desencanto legítimo. Hay mucho de oportunismo. El aprismo reclamando moralidad y el fujimorismo reclamando respeto a las instituciones es una ironía que linda con el cinismo. Sin embargo, fue interesante notar que la juventud deslindaba, en medio de la manifestación, con ambos grupos, incluidos los escasos “PPKausas” que llegaron a la plaza San Martín.

Hasta aquí una rápida crónica de lo que fue esa noche del 22 de julio. Ahora conviene reflexionar sobre las razones que nos deben explicar cómo llegamos a este punto. ¿Qué sigue pasando en este país luego de 192 años de vida republicana? Procuraré aterrizar en algunas respuestas.

Gobierno y Poder
El descontento siempre tiene un origen en la frustración. La última contienda electoral fue quizás la más intensa de los últimos 30 años. Y la sociedad se volcó a participar políticamente, tomando partido por una corriente –continuista- o por otra –de la transformación, del cambio.

Sabemos los resultados. Ollanta Humala ganó porque casi el 32% de la sociedad peruana anhela un cambio rotundo de modelo económico y de sistema. Y ganó porque, otro 20% más de nuestra sociedad rechazó el fujimorismo y todo lo que representaba y sigue representando. Bajo los conceptos y los principios de la transformación y la decencia política se iniciaba el gobierno de Ollanta Humala el 2011, y esa era ya de por sí una esperanza de un manejo distinto del país. Pero hay un factor en la ecuación que tiene un peso mayor, y ese factor es el poder.

El gobierno administra un Estado. Pero el poder es una superestructura que está por encima. Es necesario apuntar esta cuestión con claridad. El poder económico, que optó políticamente por la candidatura de Fujimori, al ver la derrota política que había sufrido, enfiló sus baterías para contrarrestar inmediatamente esa derrota, y allí estuvieron los grandes medios de comunicación para cumplir su tarea. La expansión del miedo frente a la posible Gran Transformación hizo retroceder la reciente victoria política y la aseguración del Statu Quo fue casi inmediata. Para eso se puso al Ministro Castilla. El poder que Castilla ha logrado en el ejecutivo explica los continuos reveses del presidente en temas como REPSOL o en política exterior.

Y es que el gobierno comenzó con una carga pesada, una insuficiente correlación de fuerzas para implementar las reformas necesarias para transformar un Estado y un País como el Perú. La configuración política del parlamento es la muestra más clara de ello. Y la política de alianzas a la que se vio obligado el gobierno ha degenerado en una crisis política que volcó a las calles a miles de peruanos que frente al continuismo reaccionan. En este contexto, viene a colación la frase de John Dewey; el poder económico ha mantenido su Statu Quo y arroja sobre nosotros la sombra de la política como elemento distractor.

Y es que para La Gran Transformación de la que tanto hablamos no era suficiente con ganar un gobierno, es necesario discutir el poder que sostiene las desigualdades y las injusticias. Porque las buenas intenciones no bastan cuando el poder económico amarra hasta el mínimo intento de reforma que atente contra sus intereses de clase y de élite y presiona y usa los medios para universalizar el miedo a lo “políticamente incorrecto”.

En el Perú es necesario desentrañar estas cuestiones porque implican una necesidad histórica. 192 años después y todavía no nos reconocemos como una verdadera República ¿Cómo podemos serlo si la televisión nos educa mucho más que los libros?

La Gran Transformación requiere también de una sociedad transformada, políticamente educada, que pase de la movilización y la mera agitación a discutir políticamente algo elemental que apuntaba Carlos Monsiváis cuando reflexionaba sobre el Bicentenario en Latinoamérica “El tema primero y último de las naciones latinoamericanas, el secreto a la luz del día, es la hondura de la desigualdad social”.

Creo que en el gobierno de Ollanta Humala, más allá de los avances y retrocesos y las contradicciones desatadas a raíz de la promesa de la Gran Trasformación y la conquista del gobierno nacional de un proyecto político que estaba basado en movimientos populares, progresistas y de izquierda; creo que este gobierno presenta para la política la oportunidad de ver, con más claridad, la discusión entre gobierno y poder. Ya no basta con preguntarnos qué gobierno queremos, hace falta avanzar más allá, ponerlo en debate todo, hasta la democracia liberal, hasta el poder mismo. Entonces las movilizaciones no sólo serán coyunturales o moralistas sino que tendrán como fondo el debate de la discusión por el Perú y su promesa pendiente.

1 comentario:

  1. Amor es grande el esfuerzo que haces con lo que escribes, sabes que me siento Orgullosa de ti!, y te acompaño en esta lucha!

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