Este blog es un esfuerzo por contribuir en la difusión de información, artículos de opinión y demás géneros periodísticos que muchas veces no se muestran en los medios de comunicación oficiales. El nombre La Acción Escrita es tomado de un libro de Genaro Carnero checa acerca del periodsimo de José Carlos Mariátegui.

jueves, 22 de marzo de 2018

LA INDEPENDENCIA Y EL PERÚ DE NUESTROS DÍAS


Por: Henry Córdova Bran

Hace algunas semanas empecé a preparar un libro sobre la Independencia del Perú y la participación de la prensa en medio de ese proceso. El período de la Emancipación se entiende como una serie de hechos iniciados en 1780 con la rebelión de Túpac Amaru II y culmina con la capitulación de Ayacucho en 1824. Durante esos cuarenta y cuatro años se vivió un permanente estado de tensión política entre sectores sociales que se debatían entre los fidelistas, fieles a la autoridad de la monarquía; los reformistas, que bajo el principio de “viva el rey, muera el mal gobierno” buscaban, sin desconocer la autoridad del rey, mejores condiciones para los ciudadanos americanos frente a los privilegios de los funcionarios españoles y las injusticias de los chapetones; y los rupturistas, que buscaban abiertamente la separación de la monarquía y promovían las ideas independentistas. Tras la gran rebelión de Túpac Amaru, contemporánea a la liderada por Tomás Catari en la actual Bolivia, se sucedieron en el siglo XIX rebeliones como Zela en Tacna en 1811, la de Huánuco de 1812, la de los hermanos Angulo en Cusco de 1814, entre otras acciones y conspiraciones.

En medio de este acercamiento personal de este estudio particular, asistimos a la crisis actual de la política en nuestro país. No puedo evitar, por eso, pensar que a puertas del bicentenario de la República se hace necesario profundizar las reflexiones sobre el Perú que tenemos y el Perú que queremos.

Hay una sensación de asco en la sociedad peruana por los actos de corrupción y porque, a donde quiera que uno vea, solo ve el pus que denunciara Gonzáles Prada hace casi cien años. Asco e indignación hoy por los políticos de prebenda, como indignación se sentía en los tiempos finales del virreinato por los excesos de los funcionarios y la mala administración; indignación por los dirigentes políticos que hemos tenido, sobre todo a lo largo de los últimos 17 años de aparente democracia, “Que se vayan todos” exige más del 50% de la sociedad peruana, en ese “todos” entran el gobierno y el parlamento, tan resistidos y rechazados hoy como los “chapetones” de la época del virrey Abascal.

Casi trescientos años de colonia terminaron por volver insostenible un Estado monárquico que se debatía en su propia crisis en la lejana península. Hoy ya no es rara la afirmación de que tuvimos una independencia inconclusa, una República inacabada, la vieja frase de Vasconcelos “los indios hicieron la conquista, los españoles la independencia” ponía el acento en el hecho de que las guerras de independencia fueron capituladas por criollos de cada una las nacientes repúblicas, muchos de ellos incluso habían sido fidelistas o reformistas en los años previos a la llegada de San Martín y Bolívar, y terminaron ocupando cargos de dirección como Torre Tagle, Unanue, entre otros.

La herencia de nuestro Estado actual viene de esas raíces. Sin embargo, la marcha de la historia nunca es inmóvil. En doscientos años hemos arribado, sin concluirla, a una comprensión más cabal de lo peruano, de lo criollo, de lo andino, de lo amazónico; y ese conocimiento acumulado debería llevarnos a una idea sobre el Perú distinta a la que hoy domina y que ha generado la podredumbre que desde hace décadas nos estalla en la cara, cada vez con más infamia, con más mugre y descaro.

La crisis y la salida constitucional

El desenlace de este capítulo de la crisis política del Perú de los últimos años parece cerrarse con la renuncia -aplazada casi sin sentido- de Kuczynski el último miércoles, y que seguramente el Congreso de la República aceptará hoy en su sesión del pleno programada para la tarde. Desde que se hizo pública la renuncia de PPK, victimizándose y sin admitir culpa alguna, empezó el desfile de posiciones, comentarios, sobre “¿y ahora qué?”. La clase política, los principales periodistas y líderes de opinión apelan, como no podía ser de otro modo, a la salida constitucional de la crisis y afirman que es una crisis presidencial, que debe resolverse con la toma de mando de Martín Vizcarra, un pacto político con las principales fuerzas de representación nacional (es decir las que están representadas en el Congreso) y que se le de viabilidad al gobierno para que culmine el período hasta el 2021.

Otros, que prestan tímidamente oídos a la exigencia de la gente “que se vayan todos” imaginan la ruta constitucional de esa exigencia: solo si Vizcarra y Aráoz se negaran a asumir la presidencia y el actual presidente del Congreso, es decir el impresentable señor Galarreta, antes feroz crítico del fujimorismo convertido ahora en escudero casi favorito de la cuestionada señora Fujimori; solo así se podría convocar a nuevas elecciones para el ejecutivo y para el parlamento. El coro común levanta la voz en favor de una salida democrática a la crisis en aras de la reactivación económica, de no detener y reimpulsar nuestro crecimiento marca Perú. En lo personal, hay más de una interrogante que asalta en estas posiciones.

Apelando al sano derecho del delirio

Ya no se puede afirmar que esta sea solo una crisis presidencial. Es una crisis de Estado. ¿qué demuestran los kenji o Keiko vídeos sino la existencia de un Estado de prebendas? ¿sorprende en algo? ¿no se sabía acaso que, en los ministerios, sobre todo en el de Vivienda y Construcción y en el MEF se concentran la mayor parte de funcionarios que corrompen y deciden casi a discreción las obras públicas? ¿no es para eso que los alcaldes y gobernadores regionales desfilan en los ministerios con sus expedientes bajo el brazo, mientras ven como, los buenos con impotencia, los corruptos con simpatía, son abordados por tramitadores que no tienen otro lenguaje que el “diezmo”? ¿No fue para eso que se echó por la borda la descentralización en el gobierno de García? se va PPK pero queda todo el aparato del todopoderoso MEF para continuar la faena, se sentará en palacio Vizcarra ¿para gobernar con este Estado, con este parlamento que hiede a fujimorismo extendido? ¿Convocar a elecciones con un sistema electoral tramposo y que no será reformado por este Congreso y en el que participaría el mismo elenco cuestionado con un sistema de partidos caduco?

Eduardo Galeano nos enseñó a hacer ejercicio del “derecho al delirio” y quiero permitirme esa licencia: No merecemos acaso una segunda República, pensar que, de la reserva moral de las multitudes indignadas, liderada por la efervescencia creadora de la juventud, se niegue toda continuidad del lastre y de la infamia, para que el “que se vayan todos” sea el premio a la dignidad de los “nadies” y no una salida constitucional amparada en una constitución parida en una dictadura. Cansados de resignarnos a elegir el “mal menor” y frente a la descomposición del sistema de partidos, organicemos un período de transición a esa segunda República en el cual se convoque a una “Junta de Notables”, peruanistas, sociólogos, antropólogos, historiadores, economistas, juristas,  a los que deberían sumarse representantes de los diferentes pueblos que conforman el carácter plurinacional de nuestra patria, cuyos aportes de conocimiento milenario necesitamos tanto; esto claramente significaría que la presidencia de la República queda “suspendida en su ejercicio” y el Congreso de la República “se declara en receso” cómo ya se hizo en 1823, no para darle plenos poderes a un Bolívar, como sucedió entonces, sino a esta junta de notables. Nos serviría esta transición para reformar el sistema educativo, el sistema de Justicia, sacar la basura de la televisión y democratizar los medios de comunicación. Dirán los Abascal de nuestro tiempo, es decir, los Salaverry y compañía, vestidos de demócratas en defensa de la institucionalidad, que eso no es posible y el Perú dirá que sí lo es.

En fin, el ejercicio de este derecho sea acaso y finamente la invitación a nuevos delirios que se puedan debatir en los más amplios y variados espacios como sean posibles, buscando un Perú que, definitivamente, no es este.    

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